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La verdadera libertad: La libertad de un Quetzal

by Lisbeth Dayana Castillo Hernández

Pages 4 and 5 of 13

Comic Panel 1
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Los encerraron en una jaula y esas extrañas personas los llevaron hacia un lugar desconocido.—¿Qué haremos ahora?— dijo Aj Koo. —Debemos de encontrar una forma de escapar de aquí— respondió Kalan. En todo el camino ellos estuvieron pensando en un plan para poder escapar de esa jaula, pero antes de que pudieran darse cuenta ya habían llegado a un lugar extraño que jamás habían visto, había muchas personas y había edificios, ellos se dieron cuenta de que estaban yendo hacia el edificio más grande de todos, Kalan logro escuchar de uno de los soldados que ese lugar se llamaba Tikal. —¿Tikal?— dijo Aj Koo, los soldados entraron en aquel edificio, adentro vieron a un hombre sentado en una silla muy grande. —Rey Yuumilká hemos regresado y le hemos traído un regalo, estas son unas hermosas aves llamadas quetzal que provienen de un bosque no muy lejano de la ciudad— dijo el general, — ¡Se los agradezco lleven a los quetzales al lugar en donde mantengo mis animales!— exclamó el rey.

Ellos fueron llevados a una jaula en donde pudieron reunirse con sus amigos, estaban felices por poder reencontrarse con los demás y saber que estaban bien, pero aún tenían un problema ¿Cómo iban a escapar de ese lugar? Estaban pensando en un plan para poder escapar cuando de repente escucharon una voz —¡Pero qué hermosas aves! Estas deben de ser las aves que el general Aákan le regalo a mi padre, yo soy la princesa Yaaxché, de seguro deben de tener hambre les traje un poco de comida — dijo una niña que se encontraba parada al lado de la jaula.

La princesa dejó un plato con comida para ellos, todos los días la princesa regresaba, les llevaba comida y conversaba con ellos, poco a poco la princesa se hizo su amiga, aunque Kalan y Aj Koo seguían tratando de idear un plan para que todos pudieran escapar.
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Los encerraron en una jaula y esas extrañas personas los llevaron hacia un lugar desconocido.—¿Qué haremos ahora?— dijo Aj Koo. —Debemos de encontrar una forma de escapar de aquí— respondió Kalan. En todo el camino ellos estuvieron pensando en un plan para poder escapar de esa jaula, pero antes de que pudieran darse cuenta ya habían llegado a un lugar extraño que jamás habían visto, había muchas personas y había edificios, ellos se dieron cuenta de que estaban yendo hacia el edificio más grande de todos, Kalan logro escuchar de uno de los soldados que ese lugar se llamaba Tikal. —¿Tikal?— dijo Aj Koo, los soldados entraron en aquel edificio, adentro vieron a un hombre sentado en una silla muy grande. —Rey Yuumilká hemos regresado y le hemos traído un regalo, estas son unas hermosas aves llamadas quetzal que provienen de un bosque no muy lejano de la ciudad— dijo el general, — ¡Se los agradezco lleven a los quetzales al lugar en donde mantengo mis animales!— exclamó el rey.

Ellos fueron llevados a una jaula en donde pudieron reunirse con sus amigos, estaban felices por poder reencontrarse con los demás y saber que estaban bien, pero aún tenían un problema ¿Cómo iban a escapar de ese lugar? Estaban pensando en un plan para poder escapar cuando de repente escucharon una voz —¡Pero qué hermosas aves! Estas deben de ser las aves que el general Aákan le regalo a mi padre, yo soy la princesa Yaaxché, de seguro deben de tener hambre les traje un poco de comida — dijo una niña que se encontraba parada al lado de la jaula.

La princesa dejó un plato con comida para ellos, todos los días la princesa regresaba, les llevaba comida y conversaba con ellos, poco a poco la princesa se hizo su amiga, aunque Kalan y Aj Koo seguían tratando de idear un plan para que todos pudieran escapar.

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