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By Sofia SerranoLoading...

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El Mago Merlin



El dragón llorón
Muchas son las historias que se cuentan sobre dragones. Misteriosos seres que duermen en lo más profundo de la tierra y se alzan hasta lo más alto en el cielo escupiendo fuego de su garganta, mientras valientes caballeros luchan contra ellos para defender a bellas princesas de sus enormes garras.
Pero en este cuento nuestro dragón no tenía grandes colmillos, ni afiladas garras, ni siquiera echaba fuego por la boca. No era un dragón despiadado como los demás, ni era grande ni feroz, ni secuestraba a princesas, ni daba miedo... más bien daba risa. Porque eso era lo que hacían los habitantes del reino: reírse de Floro, que así era como se llamaba el pequeño dragón. Floro no había aprendido a echar fuego por la boca como debiera a su edad y eso le costaba muchos disgustos a sus padres, conocidos dragones desde hacía siglos en todos los confines de la tierra por su fiereza y crueldad.
Pero en este cuento nuestro dragón no tenía grandes colmillos, ni afiladas garras, ni siquiera echaba fuego por la boca. No era un dragón despiadado como los demás, ni era grande ni feroz, ni secuestraba a princesas, ni daba miedo... más bien daba risa. Porque eso era lo que hacían los habitantes del reino: reírse de Floro, que así era como se llamaba el pequeño dragón. Floro no había aprendido a echar fuego por la boca como debiera a su edad y eso le costaba muchos disgustos a sus padres, conocidos dragones desde hacía siglos en todos los confines de la tierra por su fiereza y crueldad.
La rosa de la Alhambra.
En tiempos muy lejanos, reinaba en Granada un rey moro que se llamaba Mohamed y al cual sus súbditos apodaban "El Hayzari", que significa "El Zurdo". Algunos cronistas opinan que ese apodo se debía a que era, en realidad, zurdo, es decir, mucho más diestro con su mano izquierda que con la derecha; pero otros, en cambio, afirman que se lo habían adjudicado porque jamás conseguía hacer nada a derechas y su reinado fue un cúmulo de desastres y contrariedades.
Lo cierto es que un día, mientras cabalgaba seguido por su séquito por las estribaciones de la Sierra, se tropezó con uno de sus destacamentos, que regresaba de una incursión fronteriza trayendo consigo un buen número de prisioneros. El Rey, naturalmente, se interesó por los cautivos y pronto le llamó la atención la belleza de una joven cristiana que, inconsolable, lloraba angustiada en los brazos de su dueña. Preguntó quién era y le contestaron que la hija del alcaide de una fortaleza que habían atacado y saqueado a lo largo de su incursión. Mohamed, muy interesado, mandó que fuese llevada inmediatamente a su propio palacio y, una vez allí, fue alojada no como una prisionera, sino como un huésped de honor, reservándole las mejores habitaciones y poniendo a su disposición un enjambre de sirvientes.
Lo cierto es que un día, mientras cabalgaba seguido por su séquito por las estribaciones de la Sierra, se tropezó con uno de sus destacamentos, que regresaba de una incursión fronteriza trayendo consigo un buen número de prisioneros. El Rey, naturalmente, se interesó por los cautivos y pronto le llamó la atención la belleza de una joven cristiana que, inconsolable, lloraba angustiada en los brazos de su dueña. Preguntó quién era y le contestaron que la hija del alcaide de una fortaleza que habían atacado y saqueado a lo largo de su incursión. Mohamed, muy interesado, mandó que fuese llevada inmediatamente a su propio palacio y, una vez allí, fue alojada no como una prisionera, sino como un huésped de honor, reservándole las mejores habitaciones y poniendo a su disposición un enjambre de sirvientes.
La Princesa de fuego
En un mundo donde la pobreza y la miseria era una tónica muy generalizada, la humildad era un valor muy demandado. Y esa moraleja se extrae de este cuento, cuando una princesa realmente sabia y rica, harta de pretendientes vacíos y vacuos, pide que le traigan un regalo tan valioso como sincero y tierno a la vez. Solo a esa persona le entregará la mano.
La solución a su anuncio, entre coronas de colores, grandes presentes y ramos de flores espectaculares, la encuentra en un joven que solo le ha llevado una simple piedra, tan sucia como sencilla.
Aquella piedra simbolizaba el corazón del joven, duro y frío. Solo al arrojarla al fuego, la princesa descubrió que en realidad era bella, pues de ella surgió una bonita imagen de oro. Así descubrió cómo distinguir lo importante de lo superficial y dedicó su vida a dotar a su reino de libros y educación en lugar de riquezas vacías y vacuas.
Los cuentos medievales extraídos de la tradición oral mezclan leyenda y fantasía con moralejas interesantes. Su labor lúdica, pero a la vez didáctica, los hace realmente útiles para usarlos, adaptándolos a nuestro tiempo, con niños en la primera etapa de la infancia.
La solución a su anuncio, entre coronas de colores, grandes presentes y ramos de flores espectaculares, la encuentra en un joven que solo le ha llevado una simple piedra, tan sucia como sencilla.
Aquella piedra simbolizaba el corazón del joven, duro y frío. Solo al arrojarla al fuego, la princesa descubrió que en realidad era bella, pues de ella surgió una bonita imagen de oro. Así descubrió cómo distinguir lo importante de lo superficial y dedicó su vida a dotar a su reino de libros y educación en lugar de riquezas vacías y vacuas.
Los cuentos medievales extraídos de la tradición oral mezclan leyenda y fantasía con moralejas interesantes. Su labor lúdica, pero a la vez didáctica, los hace realmente útiles para usarlos, adaptándolos a nuestro tiempo, con niños en la primera etapa de la infancia.





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