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Camilo el pescadorLoading...
Valentina Fiesco Mendez 1077867444


Había una vez una granja muy pequeñita y bonita que estaba al lado de un gran rio, en esta granja vivía un Hombre que se llamaba Camilo que era muy querido por todos, porque Camilo pescaba en el rio y llevaba a la gente del pueblo.
Él se levantaba todas las mañanas muy temprano, desayunaba un vaso de leche con unas galletas muy ricas (abrir la boca y moverla de un lado a otro para comer las galletas y después beber la leche –glu, glu...) y después se iba al río que estaba al lado de su granja, cogía su caña de pescar y pasaba muchas horas esperando pescar lo suficiente para llevar al pueblo.
Adiós Camilo, que haya buena pesca –le decían los vecinos de la granja.
Cuando llegaba la tarde miraba lo que había pescado y como repartirlo con la gente del pueblo. Esto lo hacía todos los días que pescaba.
Él se levantaba todas las mañanas muy temprano, desayunaba un vaso de leche con unas galletas muy ricas (abrir la boca y moverla de un lado a otro para comer las galletas y después beber la leche –glu, glu...) y después se iba al río que estaba al lado de su granja, cogía su caña de pescar y pasaba muchas horas esperando pescar lo suficiente para llevar al pueblo.
Adiós Camilo, que haya buena pesca –le decían los vecinos de la granja.
Cuando llegaba la tarde miraba lo que había pescado y como repartirlo con la gente del pueblo. Esto lo hacía todos los días que pescaba.

Un día cuando estaba en el rio, Camilo se dio cuenta que inicio a hacer aire, primero soplaba suave (inspirar por la nariz y soplar suave por la boca, varias veces) y cada vez iba siendo más fuerte el viento (aumentar la intensidad de soplo inflando los cachetes, haciéndolo varias veces).
Camilo en ese momento decidió correr a la graja, pero para el era muy difícil el aire no le permitía correr se sentía atado. Para el fue muy extraño, porque el recuerda que con este viento deberían hacerse muchas olas, pero todo estaba tranquilo.
Camilo en ese momento decidió correr a la graja, pero para el era muy difícil el aire no le permitía correr se sentía atado. Para el fue muy extraño, porque el recuerda que con este viento deberían hacerse muchas olas, pero todo estaba tranquilo.


Camilo estaba un poco asustado (apretar los labios y entornar los ojos frunciendo el ceño), porque no sabía qué estaba pasando. Así pasó un buen rato hasta que fue parando el viento, luego miro lo que tenía afrente y se quedó con la boca abierta (poner cara de sorpresa abriendo mucho los ojos y diciendo un largo ¡ooooohhhhhh…!, con la boca también
muy abierta).
Lo que estaba viendo era una ciudad dentro del rio, con sus casitas de plantas marinas, y en ellas vivían Peces de todos los tamaños: grandes, pequeños y medianos. A la vez que estaba mirando todo lo que había delante de sus ojos, escuchó una voz sonora, que decía:
– Hola, hola.
Camilo, miró hacia el lugar donde venía la voz se dio cuenta que era un gran tiburón que le estaba hablando.
– Yo soy Juanón, el gran tiburón. Soy el jefe de esta ciudad. ¿Tú cómo te llamas?
–le preguntó a Camilo, que seguía muy sorprendido.
– Yo me llamo Camilo
–contestó él, con voz nerviosa.
muy abierta).
Lo que estaba viendo era una ciudad dentro del rio, con sus casitas de plantas marinas, y en ellas vivían Peces de todos los tamaños: grandes, pequeños y medianos. A la vez que estaba mirando todo lo que había delante de sus ojos, escuchó una voz sonora, que decía:
– Hola, hola.
Camilo, miró hacia el lugar donde venía la voz se dio cuenta que era un gran tiburón que le estaba hablando.
– Yo soy Juanón, el gran tiburón. Soy el jefe de esta ciudad. ¿Tú cómo te llamas?
–le preguntó a Camilo, que seguía muy sorprendido.
– Yo me llamo Camilo
–contestó él, con voz nerviosa.


El gran tiburón le explicó que todos los que vivían allí eran personas como él, y le siguió explicando:
– Yo los he traído y los he convertido en peces. Yo también era una persona, yo era el gran mago Juanín, el más malandrín, pero un día bebí uno de mis jarabes mágicos y me convertí en tiburón y para no estar sólo me he traído a muchas personas y las he convertido en peces.
– Y si tú te llamas Camilo, serás un pez ángel.
–le dijo el tiburón grande.
En ese mismo instante Serafín empezó a dar vueltas y cuando se dio cuenta se había convertido en un pez ángel.
Juanón se reía a grandes carcajadas (ja, ja, ja, ja, Ja,… jo, jo, jo, jo,… je, je, je, je,…).
– Yo los he traído y los he convertido en peces. Yo también era una persona, yo era el gran mago Juanín, el más malandrín, pero un día bebí uno de mis jarabes mágicos y me convertí en tiburón y para no estar sólo me he traído a muchas personas y las he convertido en peces.
– Y si tú te llamas Camilo, serás un pez ángel.
–le dijo el tiburón grande.
En ese mismo instante Serafín empezó a dar vueltas y cuando se dio cuenta se había convertido en un pez ángel.
Juanón se reía a grandes carcajadas (ja, ja, ja, ja, Ja,… jo, jo, jo, jo,… je, je, je, je,…).


Mientras, en la granja estaban preocupados porque Camilo no había vuelto y ya habían pasado varios Días. Todos estaban muy tristes (poner cara de tristeza). Hasta las gaviotas habían dejado de piar, porque también eran muy amigas de Camilo.
La gente del pueblo había salido a buscar a Camilo, pero nada no había ni rastro ni de él, ni de su caña de pescar.
¡Qué extraño!, si el río siempre ha estado tranquilo, no ha podido ir muy lejos –pensaban todos. Pero la verdad, es que no lo encontraban.
Camilo estaba en la ciudad de los peces, los atunes, los caballitos de mar, con los peces espada, los pulpos, las estrellas de mar y muchos más amigos.
Aunque no podían salir, porque Juanón el gran tiburón, no les dejaba salir, Camilo aprovechó una noche que estaba Juanón dormido (inspirar por la nariz y dar grandes resoplidos) y salió de la ciudad de los peces para buscar su granja.
La gente del pueblo había salido a buscar a Camilo, pero nada no había ni rastro ni de él, ni de su caña de pescar.
¡Qué extraño!, si el río siempre ha estado tranquilo, no ha podido ir muy lejos –pensaban todos. Pero la verdad, es que no lo encontraban.
Camilo estaba en la ciudad de los peces, los atunes, los caballitos de mar, con los peces espada, los pulpos, las estrellas de mar y muchos más amigos.
Aunque no podían salir, porque Juanón el gran tiburón, no les dejaba salir, Camilo aprovechó una noche que estaba Juanón dormido (inspirar por la nariz y dar grandes resoplidos) y salió de la ciudad de los peces para buscar su granja.

