ÍNDICE
Alí Babá y los cuarenta ladrones (CP1)
La torre de la reina (CP2)
La calabaza gigante (CP3)
El erizo y el conejo (CP4)
El gallo Cantaclaro (CP5)
El soldadito de plomo (CP6)
La torre de la reina (CP2)
La calabaza gigante (CP3)
El erizo y el conejo (CP4)
El gallo Cantaclaro (CP5)
El soldadito de plomo (CP6)
ALÍ BABÁ Y LOS CUARENTA LADRONES
La clase de CP1
Lengua castellana
Lycée Français de Barcelone
Lengua castellana
Lycée Français de Barcelone
En un lejano país de Oriente vivían dos hermanos, llamados Alí Babá y Casim. Casim era mercader y Alí Babá se ganaba la vida como leñador. Un día, mientras Alí Babá recogía leña en el bosque, oyó unos caballos que se acercaban al galope. Se ocultó con su mula tras unos matorrales, dispuesto a averiguar qué ocurría.
Enseguida apareció un grupo de cuarenta hombres, que se detuvo ante una gran roca. El jefe dijo con voz firme:
–¡Ábrete, Sésamo! Y la roca se deslizó, mostrando una cueva. Los hombres entraron y, tras ellos, la roca se cerró.
Alí Babá permaneció oculto en su escondite y, al poco tiempo, vio que la roca se abría de nuevo y dejaba salir a los hombres. Entonces, el jefe del grupo, dijo:
–¡Ciérrate, Sésamo! Y la roca se cerró.
–¡Ábrete, Sésamo! Y la roca se deslizó, mostrando una cueva. Los hombres entraron y, tras ellos, la roca se cerró.
Alí Babá permaneció oculto en su escondite y, al poco tiempo, vio que la roca se abría de nuevo y dejaba salir a los hombres. Entonces, el jefe del grupo, dijo:
–¡Ciérrate, Sésamo! Y la roca se cerró.
Loading...
Cuando los jinetes se alejaron, Alí Babá probó la fórmula mágica: –¡Ábrete, Sésamo!
La roca se abrió y el leñador entró en la cueva con su mula. Dentro encontró un fabuloso tesoro: montañas de monedas, tinajas llenas de oro …
Alí Babá no podía creer lo que estaba viendo. ¡Aquellos hombres eran ladrones y allí guardaban sus tesoros!
Loading...
Loading...
El leñador cargó en su mula todas las riquezas que pudo y salió de la cueva a toda prisa. –¡Ciérrate, Sésamo! –dijo.
Loading...
Al llegar a su casa, Alí Babá contó lo sucedido a su hermano Casim. Casim decidió acercarse a la cueva.
Una vez en la cueva, Casim cargó las alforjas de su camello. Pero cuando iba a salir, se había olvidado las palabras mágicas.
–¡Ábrete, orégano! No… ¡Ábrete, sótano! Mientras Casim se esforzaba por recordar las palabras exactas, los ladrones llegaron a la cueva. Al encontrarlo allí, el jefe de los ladrones dijo:
–¡Atadlo! Lo dejaremos aquí hasta que decidamos qué hacer con él.
Una vez en la cueva, Casim cargó las alforjas de su camello. Pero cuando iba a salir, se había olvidado las palabras mágicas.
–¡Ábrete, orégano! No… ¡Ábrete, sótano! Mientras Casim se esforzaba por recordar las palabras exactas, los ladrones llegaron a la cueva. Al encontrarlo allí, el jefe de los ladrones dijo:
–¡Atadlo! Lo dejaremos aquí hasta que decidamos qué hacer con él.
Poco después se marcharon. Alí Babá fue a la cueva, liberó a Casim y, juntos, volvieron a casa sanos y salvos. Cuando los ladrones regresaron, descubrieron que Casim no estaba en la cueva. El jefe se dirigió a sus hombres:
–Alguien más conoce nuestro secreto. Tenemos que descubrir quién ha rescatado al prisionero.
–Alguien más conoce nuestro secreto. Tenemos que descubrir quién ha rescatado al prisionero.
Los ladrones preguntaron aquí y allá hasta dar con la casa de Alí Babá y Casim. Entonces pusieron en marcha un plan para capturarlos.
Aquella noche, el jefe, haciéndose pasar por un mercader de aceite, se presentó en la vivienda de los dos hermanos con varias mulas cargadas de tinajas. En cada una de las tinajas iba escondido uno de los ladrones.
–¡Saludos, amigos! Necesito un lugar donde pasar la noche. ¿Podríais acogerme en vuestra casa?
Aquella noche, el jefe, haciéndose pasar por un mercader de aceite, se presentó en la vivienda de los dos hermanos con varias mulas cargadas de tinajas. En cada una de las tinajas iba escondido uno de los ladrones.
–¡Saludos, amigos! Necesito un lugar donde pasar la noche. ¿Podríais acogerme en vuestra casa?
Los dos hermanos aceptaron, llevaron las tinajas a la bodega y le prepararon una espléndida cena. Como la cena duraba mucho, Alí bajó al sótano a buscar más aceite. Cuando entró en la bodega oyó:
–¿Ya es la hora?
Alí entendió lo que ocurría. ¡En aquellas tinajas no había aceite! ¡Les habían tendido una trampa!
–Aún no –respondió Alí con calma, imitando la voz del jefe.
–¿Ya es la hora?
Alí entendió lo que ocurría. ¡En aquellas tinajas no había aceite! ¡Les habían tendido una trampa!
–Aún no –respondió Alí con calma, imitando la voz del jefe.
Luego salió de allí, aseguró la puerta con una enorme tranca y llamó a la guardia del sultán.
–¡Abrid a la justicia!
Los guardias entraron en la casa y detuvieron al jefe y a los cuarenta ladrones. Unos días más tarde, el sultán felicitó a Alí Babá y le obsequió con una considerable recompensa por haber librado al país de aquellos malvados bandidos
–¡Abrid a la justicia!
Los guardias entraron en la casa y detuvieron al jefe y a los cuarenta ladrones. Unos días más tarde, el sultán felicitó a Alí Babá y le obsequió con una considerable recompensa por haber librado al país de aquellos malvados bandidos