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Un rebelde maya: Jacinto CanekLoading...

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Alejandro Hernández de la Fuente

El 19 de noviembre de 1761, en Cisteil, Yucatán, Jacinto Canek, estaba convencido de que el dominio español no les depararía mejor futuro que el de una "penosa servidumbre".

Y aprovechó así, las festividades religiosas del pueblo para incitar a los indígenas mayas a levantarse en contra de las injusticias de los españoles.
Utilizando la corona y el manto de la virgen del pueblo, Canek se coronó rey de los mayas, asegurándoles que no debían temer a las armas de los españoles; si alguno llegaba a morir, él los resucitaría con sus poderes.
Una vez que el pueblo de Cisteil fue tomado por los rebeldes, los principales jefes de los pueblos vecinos se sumaron a la rebelión ofreciendo su respeto y lealtad a Canek, quien se proclamaba como elegido de Dios para liberarlos.

Los hombres que lo siguieron depositaron su fe en Canek, atribuyéndole poderes sobrenaturales y el respaldo de las divinidades para derrotar a los españoles.

Los españoles intentaron sofocar la rebelión con veinte hombres al mando de Tiburcio Cosyaga, de los cuales sólo cuatro sobrevivieron a los primeros enfrentamientos con los indígenas.

Las autoridades españolas reforzaron a sus tropas y bajo las órdenes de Cristóbal Calderón, un destacamento de quinientos soldados españoles cercaron el pueblo de Cisteil. Los rebeldes confiaban en la victoria, por lo que se atrincheraron y resistieron el ataque español.
Convencidos de los poderes sobrenaturales de Canek, los mayas se lanzaron a la batalla seguros de que lograrían derrotar a los españoles. Fue una combate cruel, sangriento y desigual, y aunque los rebeldes se entregaron con la fe de los mártires, no sirvió de nada: murieron 600 indígenas mayas y tan sólo 40 españoles. Los poderes sobrenaturales de Canek fueron insuficientes para hacer frente a los cañones y los arcabuces.
