A través del tiempo. Cuento de microrrelatos.

David Castro Muñoz. Daniel Expósito Úbeda. Javier Expósito Úbeda. José Carlos Gañán García.

Bernardo Benítez Torralbo. Juana Castro Muñoz. Martín Carmona Sánchez. Miguel Coleto Vizuete. Juan de la Cruz Calero Torrico. Román Domínguez Fernández. Gabriel Duque Moreno. José Ángel Expósito Cartán. Juan Ferrero Carrasco. María Rosa Fernández Jurado.

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Nunca había notado tan frías&nbsp;&nbsp;aquellas tres naves que componían&nbsp;&nbsp;la Basílica. Al salir, el sol no era el mismo tampoco. Nunca había sentido que todos los días de duro trabajo en el campo&nbsp;&nbsp;no eran nada más que un duro castigo puesto por Dios por pecados que desconozco haber perpetrado. La tumba de mi familia era el centro de esa baja temperatura. Junto con mi esposa y mi hijo dejé aquel anillo de bronce que tanto me costó conseguir. La espada de madera de mi pequeño que yacía junto a su madre se tornaba más gris. Maldita enfermedad vino.

Mi nombre es Granitis y soy íbero. Vivíamos en la Península Ibérica antes de que llegaran los romanos. Mi familia ha sido alfarera desde siempre y yo ayudaba a mi padre y a mi abuelo pintando la cerámica. Esta se decoraba haciendo bandas, círculos, aves, líneas... Y usábamos rojos, ocres y amarillos para darles color. Si quieres ver algún ejemplo, pásate por el Museo para verlos.

Culcas tenía 7 años recién cumplidos y vivía en un oppidum donde su padre trabajaba en un taller de cerámica. Un día, Culcas llegó al taller y le preguntó si le ayudaba, su padre le dijo que sí, que fuera amasando mucha arena con agua porque quería hacer un ánfora muy grande. Mientras él iría haciéndole círculos y líneas rojas a las vasijas que ya estaban horneadas. Culcas no sabía por qué había que juntar tanta arena y su padre le dijo que era porque la familia de los Barca se la habían encargado para guardar el aceite de las aceitunas que habían molido. Culcas&nbsp;se&nbsp;puso&nbsp;manos&nbsp;a&nbsp;la&nbsp;obra.

Livia y Fulvius llevaban mucho tiempo esperando tener hijos. Desde que contrajeron matrimonio hacía cinco años. Livia no quería perder la esperanza, pero ya le era difícil mantener el ánimo, después de tantos intentos fallidos. Solo le quedaba rezar a su querida diosa, Iuno Lucina, para que la ayudase. Ya tenía todo preparado para dirigirse al templo. Acompañada de su prima Iulia dejaría una ofrenda floral. Pero antes debía de pasar por la taberna de su vecino el alfarero, que ya tenía preparada su figura, una pequeña dama embarazada. Ojalá, con esta ofrenda la diosa le fuera favorable.

¡Hola! Soy Granito, la mascota del Museo. A lo largo de este libro me verás aparecer en varias ocasiones acompañando las historias que han escrito pequeños aventureros.

¡Nos vemos en la Historia!

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Betty Luna y su hija Vilma tratan apenas de entenderse con aquella familia de extranjeros que han llegado a la aldea de la Encina por la mañana. Hablan en una lengua extraña y perezosa. No saben lo que quieren. Dicen, ¡ iberos ! , ¡ iberos ! Preguntan por Sibulco, un altar que llaman, con gestos, de sus antepasados. Una sombra de alarma cruza la mirada de Betty: Sibulco es el lugar prohibido, donde habita la muerte. En la cintura del más aguerrido visitante, un arma de hierro que siglos más tarde llamarían falcata. Vilma levanta el brazo y señala una dirección. Inclinan todos la cabeza y marchan.

Esta cora estuvo defendida por varios castillos bien fortificados y pertrechados, como el existente en el mismo Pedroche (Bitraws), que fue demolido por los Reyes Católicos en los primeros años del S. XVI por apropiación indebida del Marqués de la Guardia, señor de Santa Eufemia. Este territorio fue conquistado en el S. XII (1155) por Alfonso VII, siendo recuperado ese mismo año por los Almohades mandados por el gobernador de Córdoba, no se sabe con certeza, si al poco tiempo este territorio fue recuperado por la Orden de Calatrava, o bien quedó abandonado como tierra de frontera, pues Ibn-Said-al Sahla, al narrar la expedición que mandó el califa almohade çabu-Jucub-Jusuf contra los concejos cristianos de Ávila en 1175, dice que al pasar por Bitrawhs, el castillo estaba vacío, siendo probable que depués de la batalla de Las Navas de Tolosa en el año 1212, ganada a los almohades por Alfonso VIII, o después de la toma de Córdoba en el 1236 por Fernando III, este territorio fuese repoblado por gentes venidas con la Reconquista.

Tras la conquista, la primera medida que había que tomar era la repoblación del territorio, con el objetivo de ponerlo en explotación, defenderlo y controlarlo de manera segura. Esta tarea consiguió hacerse efectiva a finales del siglo XIII, y a partir de entonces los cristianos comenzaron a desarrollar una organización territorial propia y distinta de la precedente, como la formación de señoríos, el de Santa Eufemia en 1293 y el de Belalcázar en 1444, así, el territorio de Los pedroches quedó dividido en tierras de realengo y de señorío.

Tras contemplar el valle que se extiende al norte de Córdoba, el general musulmán, cansado de aquella larga expedición, descabalgó. Después, refrescó la garganta en un arroyuelo, se arrodilló dando gracias a Alá y tomó pluma. “Para mi señor el emir de Córdoba. He alcanzado tierras abundantes de arboleda y gloria sin resistencia alguna. Un mar de encinas se extiende ante mis ojos con generosos y dulces frutos. Créame señor si digo que no ha de ser un espejismo, pues el quemor de las dunas aquí no alcanza. En nombre de Alá, justo sería llamarlo Fash-al-Ballut”.

Tras la llegada musulmana, los cristianos quedaron recluidos al norte de la Península y comenzaron un proceso conocido como la Reconquista, mediante el cual los ejércitos cristianos intentaban recuperar el territorio ocupado por los musulmanes en una serie de acciones que se extendieron hasta 1492, cuando los Reyes Católicos conquistaron el último reducto islámico que quedaba, el reino de Granada. Uno de los protagonistas fundamentales de la Reconquista fue el reino de Castilla, y los causantes de incorporar Los Pedroches al mismo fueron dos monarcas: Alfonso VII y Fernando III el Santo. Las incursiones en nuestra zona comenzaron en el siglo XII de manos del primer gobernante citado, con carácter de razzias y promovidas por los propios musulmanes. Más tarde se iniciaron las verdaderas campañas de conquista, que convirtieron nuestra comarca en una zona fronteriza, provocando además una acusada despoblación. Esta situación se extendió hasta la toma de Córdoba en 1236 por Fernando III, cuando el territorio quedó definitivamente incorporado a Castilla.

Me llamo María, tengo cinco años. Hoy toca hacer fila en la panadería. Acompaño a mis hermanas mayores, ya casadas. Vestido blanco, dos coletas y una comba con la que juego mientras esperamos en la calle adoquinada. Mi cara se apoya en el mostrador de madera y observo atentamente. Ellas entregan las cartillas de racionamiento. Pastas de color grisáceo azulado, que llaman mi atención. Me agrada tanto ese olor a pan recién hecho, recibir los tiernos panecillos, ver como recortan los cupones de esas cartillas y su dibujo… Pero yo lo que quiero es aprender a leer.

De pequeña vivía con mis padres en un trocito de terreno que nos dejó mi abuela, María Inés Ayala, llamado alinares bajos. Su familia se dedicaba a las labores del campo. Tenían yuntas de mulas y sembraban. Contaban que con el arado, al levantar la tierra, se encontraron objetos y monedas antiguas donde le seguimos llamando la cerca de los moros. Mi padre nos contaba que muy cerca de allí existió, ya en ruinas, el Castillo Mogávar. También había sepulturas excavadas en granito.

El trabajo del metal, conocido como el arte de la toréutica, se desarrolló mucho en época visigoda, aunque ya los romanos la practicaban. Este tipo de trabajo suele aparecer asociado con otras artes como la glíptica (con piedras preciosas) o la eboraria (con marfil). Los trabajos visigodos se caracterizan generalmente por ser relieves donde se representan escenas relacionadas con el cristianismo , decoraciones geométricas y motivos vegetales. La toréutica era muy utilizada por los visigodos para fabricar elementos destinados a la caballería y el adorno personal, principalmente en bronce, y de los cuales destacan las hebillas de cinturón, que podían incluir pasta vítrea de distintos colores que harían las piezas mucho más llamativas. Hoy día estos objetos han llegado a nosotros a través de las necrópolis y se plantea que sean expresión de diversas características sociales de la época (siglos VI-VIII): marcarían tendencias artísticas, influencias estéticas, así como diferencias sociales (de género, edad o económicas).

Edereta, ordenó que detuvieran el carro, descendió y pisó esa blanda y cálida tierra por segunda vez en su vida. Ante ella campos de encinas, salpicados, aquí y allá, por figuras indefinidas de granito. La última vez que pisó esta tierra estaba acompañada por su esposo Deivoreicis, y se encaminaba hacía su nuevo hogar, el oppidum de Nertobriga. Había dejado Kastilo, y el recuerdo de las lágrimas de su padre, Eterindu, despidiéndola le oprimió el pecho. Ahora, con su fuerza y su tesón, empezaría de nuevo en aquella hermosa tierra, a medio camino entre sus dos hogares.

Siguiendo nuestro camino llegamos a la Cultura Íbera, una de las más importantes de Europa occidental. Su formación data de mediados del S. VI a.C. y se extiende por el sur y este peninsular. Estos pueblos viven en pequeños poblados –oppidum- situados generalmente en cerros dominantes, fortificados, en muchos casos las casas, de planta cuadrada o rectangular, aparecen adosadas a la muralla, dando lugar a los primeros núcleos poblacionales urbanizados. Poseen lengua y escritura, conocen la agricultura cerealista y cultivan la vid y el olivo, a los que se añaden otros frutos. Son excelentes vaqueros y pastores de ovejas confeccionando con su lana las mantas célebres llamadas sagum. Es muy importante la Cerámica íbera, presentando fragmentos de varios ejemplares en el Museo de Historia Local, cerámicas a torno que decoran con bandas, metopas, círculos, aves, escenas de cacería, líneas, geometrías, etc. Sirviéndose de una pigmentación basada en rojo almagra, ocres y amarillos. Son enterrados por incineración, y sus cenizas depositadas en el interior de una vasija en la que también depositarán, o en torno a ella, un ajuar funerario.

Hace muchos muchos años, casi un millón, en la época del Paleolítico llegó una tribu compuesta por cuatro familias a una zona con muchas encinas, vides y matorrales entrelazados, llegaron a Los Pedroches. Esta población venía del sur de Extremadura, habían pasado allí el verano y esperaban pasar un agradable otoño cogiendo todos los recursos que hubiera. El otoño, era época buena para la caza y mientras los hombres de familia iban con choppers para dar captura a los animales y hacer provisiones para todo el invierno, las mujeres hacían fuego y buscaban los ríos cercanos para pescar ayudándose de los bifaces, que tenían punta aguda y les sería más fácil. Las hojas de los árboles se caían y el anciano de la tribu les había aconsejado que vendría un duro invierno, así que por las tardes recogían palos y hacían barro para sus cabañas además de preparar, gracias a los hendedores, las pieles de los animales más grandes que habían cazado para así poder abrigarse. Un día, mientras averiguaban todos juntos las cañas, cazaban roedores y los pequeños cogían frutos silvestres o flores que previamente habían probado y les notaban un sabor exquisito, llegaron a una colina desde la que avistaron la orilla de un río y muchas cabañas. ¡Oh!, exclamaron con estupor, a medida que oteaban más, vieron animales en cercados, mujeres moviendo sus brazos sobre dos piedras, hombres construyendo casas u otro haciendo líneas con la tierra… Se miraron extrañados, ¿qué hacía esa gente al otro lado de la montaña?

En la puerta de la choza-cortijo del “collao de Las Cruces”, un “pizarrero”, enjuto y algo encorvado, de mediana edad, decía a su familia: - “Yo y Antonio vamos a arreglar la pared del güerto que esta noche lan jundío los jabalines, y después limpiaremos la fuente, que está porcima, que también lan emporcao y guarreao” - “Tú, Francisca, con Marcos y José nos acercaréis con la yegua y la burra, los jaces de matas que arrancamos la semana pasá”. - “¡Miguel!, llevarás las cabras y la cochina y lechones a la yerba de los olivos; pero, ten cuidao que no se vayan al monte y las perderemos”. “Esta tierra tenemos que trabajarla, si queremos que nos dé pa’ poder vivir de ella.”

Umar intentó rescatar lo que pudo entre las ruinas de la humeante alquería. Era la segunda vez que el maldito conde de Ávila, Sancho Ximeno el Giboso, la saqueaba. Cargó sus escasas pertenencias en la mula, y con su mujer y su hijo se dirigió al sur de Wad al-Kibir, el río Grande, buscando la tranquilidad para vivir que aquí se les negaba. Mientras caminaba volvió la cabeza para ver por última vez en el horizonte las brillantes bolas del yamur de la mezquita de Bitraws, la floreciente ciudad que ahora estaba deshabitada. Fahs al-Ballut estaba acabado. Comenzaba otra época.

En el contexto funerario, los visigodos enterraban a sus fallecidos en tumbas excavadas en la roca. En Los Pedroches se han localizado gran cantidad de ellas, en este caso, talladas en la roca granítica, como en la finca Haza de las Ánimas (Torrecampo). Para efectuar estos enterramientos seguían el rito de la inhumación y acompañaban a los difuntos con un ajuar funerario compuesto por objetos de diverso tipo, aunque la mayoría de las piezas formaban parte de la indumentaria. Es el caso de las hebillas de cinturón o las fíbulas, en ocasiones con forma de animales (águilas, ciervos o palomas), además de las cónteras de espada. También son frecuentes los elementos de adorno personal, como collares, pendientes o anillos. Igualmente, dentro de las tumbas y formando parte de este ajuar funerario, se han encontrado recipientes cerámicos, como jarras, platos y cuencos elaborados en vidrio.

Quien me iba a decir a mí, José Portal Varela, alcalde del nuevo Dos Torres, que iba a ser quién tuviese el privilegio de gobernar por primera vez el devenir de esta histórica localidad, heredera del Realengo y Señorío de las villas de Torremilano y Torrefranca, protagonistas en numerosas ocasiones de férreas contiendas entre el reino de Córdoba y el Condado de Santa Eufemia, y que tras el paso de los siglos y el esfuerzo de muchos de mis conciudadanos, hoy 9 de enero de 1842 dejamos atrás las confrontaciones con la constitución del Ayuntamiento conjunto por orden de D. Baldomero Espartero, regente de nuestra reina Isabel II de España.

Un día cualquiera. Marzo de 1888, amanecía; un sol esplendoroso iluminaba un paisaje de ensueño: cerros y barrancos, con todas las tonalidades de verdes, de las matas del monte y filas de olivos; marrones de la tierra calma, y grises pálidos de las pizarras recién desnudas de su manto de montes; arroyuelos que corrían por las umbrías en dirección al río que se divisaba allá a lo lejos, por el Poniente. En ambas orillas del río, “gatunos” plantando olivos y almendros; tres cuadrillas de “mangurrinos” descuajaban los dos cerros de la parte del Saliente, poniendo platones de olivos e higueras en las vaguadas.

A pesar de la victoria sobre los cartagineses, Claudio agonizaba en la cubierta del trirreme junto a las costas sicilianas. Mientras, su mujer alumbraba en Roma al pequeño Máximo, y con él exhalaba su último aliento. Un escalofrío recorrió el cuerpo del huérfano adolescente cuando se identificó observando la máscara funeraria que guardaba su noble abuelo. La cera coloreada reflejaba con exactitud la fisonomía de su difunto padre. Era igual que él. En ese momento, con las lágrimas recorriendo sus mejillas, supo que vengaría su muerte en la Segunda Guerra Púnica a la que poco antes había sido convocado.

El romano Cornelio, residente en Solia, llevaba una vida acomodada como administrador de minas en la zona; aunque últimamente tenía un problema familiar: su hija Valeria se resistía visitar los dioses. Cuando se le preguntaba por el motivo, callaba. Finalmente declaró que siempre que se hallaba en el templo, la diosa Minerva tomaba vida y la miraba. Entonces ella se sentía flotar y veía enormes pájaros de metal que arrojaban fuego destruyendo viviendas y matando gente; carros mortíferos con ruedas en ondulantes cadenas y guerreros con extraña vestimenta y terroríficas armas. Silenciaba para que no la tomaran por loca visionaria.

Con la muerte de Gutierre de Sotomayor, su hijo Alfonso de Sotomayor heredó el Señorío de las villas de Belalcázar, además de ser nombrado I Conde de Belalcázar por Enrique IV. Pero este título estaba envenenado, ya que Enrique estaba enamorado de su esposa Elvira de Zúñiga y le dio el título a su marido por dotar a ésta de mayores bienes y prestigio. Alfonso pese a ser conocedor de la situación, aceptó el título pues sabía que a él también le beneficiaba “el trato”. Gracias a ello, Elvira mandó terminar la construcción del castillo de Belalcázar.&nbsp;

Gloria Moreno Coca. Santiago Díaz Muñoz.

Asim y Hayat eran dos vecinos de Gãfiq, que ya de mayores, guardaban la satisfacción de haber creado una gran familia. Siempre, cuando se reunían, ambos contaban una vieja historia: En el pasado, las familias de ambos nunca aprobaron su relación amorosa. Nunca les dejaron verse, aunque lo hacían, aprovechando cualquier situación, incluso la de acudir a la oración, pese a que mujeres y hombres asistieran por separado. -En la vida, aquello que siempre te prohíben, es lo que más acabas añorando, deseando; haciendo- -Y miradnos ahora-.

De todos es sabido, la guerra que acaeció en nuestro país de 1936 a 1939, conflicto en el que Los Pedroches no se vería ajeno. Esta zona fue el último reducto republicano de la provincia de Córdoba y por ende se crearía aquí el frente de batalla, siendo Villanueva de Córdoba el centro que acogería a todos los órganos de gobierno republicanos. En 1937 se crearía de manos del General Aldo Morandi un refugio para defender a la población de los bombardeos aéreos. No sería una obra improvisada, sino realizada a conciencia donde la construcción duró tan solo 8 meses.

El ajuar del Minguillo IV es la mayor colección, hallada en 1990, que posee el Museo de Historia Local, está datado entre el 2300 y 2200 a.C., por un fragmento cerámico de su ajuar funerario perteneciente a un recipiente campaniforme. Se encontraron restos de cerámicas muy toscas y varias puntas de flecha fabricadas en sílex, y se recuperó un magnífico ajuar compuesto por 131 puntas de flecha en desigual estado de conservación, a las que acompañaban 73 cuentas de collar pulidas todas ellas, algunas láminas de sílex y fragmentos de otras. También fueron encontrados varios restos óseos que estaban todos situados junto al mismo lugar.

Veo la húmeda mirada de mis hijos al contemplar tan espectacular paisaje, algo tan diferente… Dejábamos atrás tierras secas, sin color, ni olor, y aquí, ¡ah! Aquí, frondosos árboles, tierra húmeda y ese agradable olor a naturaleza, el encantador cántico de los pájaros en el sol y esa luna brillante que refleja con todo su esplendor el río Cuzna acompañado de su grillar. Un sueño del que no quiero despertar. Ya estamos aquí hijos míos, donde tanto nos costó llegar, ahora tendremos una vida nueva llena de felicidad.

Minero soy, me llamo Granito, como mi primo, y vivo en el campo, al lado de la mina. Todos los días trabajamos en ella, extrayendo minerales que luego llevamos al tren. Ese día aprovechamos para visitar el pueblo y comprar, pero luego... ¡de vuelta al campo!

Qué temprano es, me tengo que levantar. Tengo que limpiar las herramientas porque anoche no me dio tiempo. Primero, voy a desayunar unas gachas y luego voy a trabajar a la mina. En la mina me junto con mis amigos y sacamos el mineral con pico, hacha y pala. Luego, cargamos los carros tirados por mulas, que se llaman Trueno y Relámpago. Y las mulas llevan los carros a Villanueva de Córdoba, donde está la estación del tren. Allí descargan los vagones y nosotros llenamos los carros con comida para la mina.&nbsp;&nbsp;

Después de este sucinto repaso por la historia de Los Pedroches, queremos agradecer a todos los autores de los microrrelatos que conforman este cuento "A través del tiempo" por su desinteresada participación en el mismo.

Museo de Historia Local, Villanueva de Córdoba.

Además del culto a los dioses, entre los patricios, cuando un familiar fallecía sacaban sus facciones en una máscara funeraria de cera o terracota y éstas se colocaban en un armario bajo el lararium donde se rendía culto a los difuntos de la familia. Estas máscaras serían sacadas de su estancia habitual para llevar a cabo una procesión tres veces al año, a saber: la fecha del aniversario de la defunción, en las fiestas de las Parentalias (fiestas de difuntos celebradas en febrero) y en las Lemurias (ritos de exorcismo realizados en Mayo).

Nos hallamos en el año 1747, durante el reinado de Fernando VI de España. Los siete alcaldes de las Siete Villas de Los Pedroches nos hemos reunido, de manera extraordinaria, en la ermita de la Virgen de Piedras Santas de Pedroche para celebrar un hecho decisivo para nuestros municipios, que es la vuelta al realengo de todas estas tierras tras haber estado sometidas durante 87 años, al señorío de los marqueses del Carpio. -Soy Juan Moreno, alcalde de Villanueva de Córdoba. -Se le concede la palabra. -¡Larga vida a nuestro rey, Fernando VI, a quien agradecemos la libertad que nos proporciona!

Año 2020. PEDROCHE. Fascinado, el niño contempla al telescopio el extraño y hermoso cráter en el terminador lunar, preguntando al astrónomo: “¿Cómo se llama este redondito?”. Paco responde : “Es Al Petragius, en honor al sabio árabe precursor de Copérnico”. SEVILLA. Siglo XII: Sobre la medina de Ishbiliya, Al Kiblah, la estrella del Norte, brilla en el eje. Averroes la señala con el índice exclamando a su amigo: “Hacia allí el Fash al-Ballut que te vio nacer”. El astrónomo andalusí Alpetragius (el de Pedroche) sonríe y susurra: “¿nos recordarán algún día amigo? ¿habrá sido todo en vano?”.

Araceli Fernández León. Eva García León. Juan Gómez Coleto. Carmen Ibáñez Expósito. Luisa Luna Castro. José Mohedano Higuera. Gloria Moreno Coca y Santiago Díaz Muñoz. Isabel Nevado Jabega. Juan Palomo Palomo. Ana Pozo Mohedano. Isaac Reyes Vioque. Juan Manuel Risquez Chávez. Daría Romero Mata. Carmen Romero Romero. Almudena Rosique Rodríguez. María Victoria Rosique Rodríguez. Fernando Sánchez Galán. Pedro Tébar García. Antonio Úbeda Cano.

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Museo de Historia Local Villanueva de Córdoba

Torrefranca y Torremilano fueron dos poblaciones físicamente unidas pero, a su vez, separadas, que tuvieron su máximo esplendor en los siglos XV y XVI. La primera bajo la jurisdicción del Señorío de Santa Eufemia y la segunda de realengo, llegaron a tener un muro divisorio debido a las malas artes que empleaba Don Gonzalo Mejía para apoderarse de Torremilano. Cuna de nobles e hidalgos, ambas villas se fundieron en una sola, Dos Torres, tras un proceso que comenzó en 1839 y culminaría en 1842.

Acabamos este recorrido mencionando como las Leyes de Patrimonio Histórico contemporáneas y los conocimientos de las gentes de nuestra zona, nos han ayudado a dar forma al Museo de Historia Local que edita esta publicación. Esta institución no sería nada, primero, si no contara con ese saber generacional de asentamientos en los campos que nos rodean; y segundo, si no se confiara en el depositario para abalarle sus más preciados ‘tesoros’, muchas veces familiares. Se hacen con ello partícipes de la conservación, salvaguarda, estudio y difusión del patrimonio, que nos ayuda a que conozcamos nuestros orígenes y nuestras raíces de forma fehaciente y sobre el hecho de que la historia de mañana la escribimos nosotros hoy, viviendo día a día en paz y armonía y ayudándonos unos a otros…

Al hablar de Los Pedroches y su riqueza paisajística inmediatamente nos viene a la mente la imagen de la dehesa. Sin embargo, no debemos obviar el olivar de sierra. La Dehesa de la Concordia que según los escritos (Los Pizarreros, Bernardo Benítez Torralbo) pertenece a lo términos de Obejo, Villanueva de Córdoba y Pozoblanco, ocupada enteramente por pizarra, estaba totalmente cubierta por vegetación salvaje, principalmente matorral y monte bajo, de carácter improductivo, por lo que a partir de 1872, se le adjudicaron a los vecinos que quisieran desmontar para cultivo y plantación de olivos. Así surge, este nuevo paisaje que forma parte de Los Pedroches. El trabajo del olivar trajo consigo un hábitat disperso donde las familias que vivían de su explotación residían en cortijos sin apenas visitar el pueblo matriz más que en ocasiones puntuales, ya que prácticamente se autoabastecían y los niños y niñas aprendían lo que les enseñaban sus padres. Una vida rural y campestre muchas veces desconocida pero que forma parte del día a día de nuestros mayores.

Al-Ándalus se dividió en distintas circunscripciones llamadas cada una de ellas kura o Cora, que eran subdivididas en Climas o iqlim, que correspondían a distritos agrarios, siendo su centro administrativo, fiscal y comercial, la madina o ciudad musulmana. El territorio de Los Pedroches, a partir de la invasión quedó constituido en la Cora de Fahs al-Ballut, o llano de las bellotas, siendo la primera noticia recogida sobre ella del geógrafo Al-Idrisi en el s. XII, en el que dice que es una kura a cuarenta millas de Córdoba, bien construido y bien poblado, y dotado de altas fortificaciones; a partir del siglo XII se llamaría iqlim al – Batalita. Es conocida la cita realizada por la descripción anónima de al-Ándalus de que en Fahs-al Ballut se producían las mejores bellotas del mundo, también atestiguado por documentos cristianos del S. XII, que ya hablaban de encinas en Los Pedroches.

Igualmente existían alquerías (aldeas), núcleos donde residía la población y que explotaban el territorio circundante, como Kuzna (Cuzna, cerca de Alcaracejos y Villanueva del Duque). En el S. VIII varios clanes pertenecientes a tribus árabes y bereberes se asientan en Los Pedroches, se produce un asentamiento clánico y mayoritariamente en el Norte, junto a las áreas de mayor riqueza agrícola y minera. Los bereberes, casi por todas partes agrupados en familias, y en muchos casos en calidad de clientes de los primeros, pero especialmente junto a la zona por donde discurre el Guadalbarbo (Río de los bereberes) Los árabes ocuparon las tierras más fértiles y llanas y los bereberes se instalaron en las más abruptas y secas, donde se dedicaron al pastoreo y a una agricultura de subsistencia.

El día amanece radiante. Una casa de paredes de piedra con techo vegetal, en las sierras más morenas de la Baetica. Yo, Sindufo, busco mi cinturón y no lo encuentro. La hebilla era de mi padre. - ¡Vistila! ¿Tú has visto mi cinturón? Si no lo encuentro tendré que hacer una parecida. Pasa el día, no lo veo. Algún animal salvaje cogió el cinturón y se lo habrá llevado. - Wifredo, hijo, trae ese trozo de bronce, probaremos a hacer una. Martillo, cincel, lima y unas lunas. Si no se pierde quiero que tú también la lleves cuando yo falte.

Mi nombre es al-Granitus y vivo en Los Pedroches, aunque lo conocemos como Fahs al-Ballut. Como se me da muy bien pintar, he estado aprendiendo en Medina Azahara, con lo grandes maestros, para hacer unos platos pintados en blanco y con dibujos en verde, se llama verde-manganeso. ¡Me encanta mi trabajo!

Hoy tengo un encargo muy importante, tengo que pintar un plato para una familia de los pedroches. ¡uff!,¿qué puedo dibujar: una flor o un pájaro? Creo que mejor voy a pintar un pájaro. Primero, vamos a darle una capa de blanco. Después, voy a pintar un pájaro verde y una cenefa en espiral. Y por último el barniz, ahora de paso al horno, que voy a echarle más leña para que este bien caliente. Mi maestro de Medina Azahara estará orgulloso de mí. Pues me voy que me está esperando mi hijo para ir dar un paseo.

En 1493 se constituye la comunidad de Las Siete Villas de Los Pedroches, con la intención de conservar su condición de tierras realengas y mantener su patrimonio comunal frente a los señoríos. Sin embargo, el territorio de estas villas fue concedido a los marqueses del Carpio como compensación a sus servicios, produciéndose su compra-venta en 1660. A partir de entonces, dejaron de ser tierras de realengo y pasaron a ser señorío, primero a manos de Luis de Haro y posteriormente de su hijo Gaspar. A este último le sucedió su hija Catalina, quien contrajo matrimonio con el X duque de Alba, casa que absorbió a la anterior por ser de mayor alcurnia y potencial económico.

Amanecía. Desde niño le gustaba despertarse temprano y contemplar el horizonte, y más ahora, que había pasado a ocupar la alcoba de la torre del homenaje desde hacía unos días. Desde su ventana podía contemplar las tierras de su señorío, con Santa Eufemia a sus pies. Un nuevo Mejía más al frente del castillo de Miramontes. Y él estaba dispuesto a ser mejor que su padre. Quería ampliar el territorio, no iba a quedarse solo con El Guijo, Torrefranca, Villaralto y demás poblaciones bajo su jurisdicción; él quería más, quería las Siete Villas. Y las conseguiría para su hijo.&nbsp;

Para llevar a cabo la romanización vinieron colonos de la Península Itálica que iniciaron la aculturación en los Pedroches, eligiendo para sus asentamientos lugares ya habitados que reunieran condiciones favorables para la comunicación, tierras buenas para sembrar, y pastos para la ganadería, sin desdeñar que en ellos existiesen minerales de plata, plomo, cobre, etc. Hallábase en el término de Villanueva de Córdoba el trifinium o ‘hito delimitador de términos’ del que se desprenden los núcleos poblacionales romanos de Épora (Montoro), Sacili Martiales (Pedro Abad) y Solia, se cree ubicada en la finca de MajadaIglesia, (El Guijo). Habría otro asentamiento denominado Baedro, conocido por diversas inscripciones funerarias aparecidas en distintos lugares de Los Pedroches.&nbsp;

París, otoño de 1936: un grupo de hombres, comenta noticias que llegan de España: la guerra civil ha estallado. Uno de ellos se llama Aldo Morandi. La quietud, rota sólo por las campanas, se rompe de repente. Dos muchachas han soltado la costura y corren presurosas hacia el refugio que un italiano guapo ha mandado construir bajo la plaza. Enfilan la entrada y con quién se topan?, oh, my God…con un apuesto italiano que les indica dónde refugiarse… en los ojos de la chica morena brilla un destello de ilusión; arriba se oyen explosiones de bombas, tableteo de ametralladoras.

La influencia oriental se introdujo en Al – Ándalus en el S. IX con Ziryab, músico, poeta y renovador de las costumbres. Se produjo un florecimiento científico, literario y artístico en los reinos de Abd – al Rahmán III y Al – Hakam II. Se introduce en Al – Andalus una nueva poesía que cuenta hechos de la vida cotidiana, ésta, mezclada con la romance dio lugar a composiciones andalusíes, el ‘zéjel’ y la ‘muasaja’, composiciones populares acompañadas de música y danza. En el ámbito científico cultivaron las matemáticas, la medicina, la cirugía, astronomía, geografía… Fueron los introductores de tres avances matemáticos, los números arábigos, el cero, la coma y el decimal. De entre los matemáticos, destaca Al – Jwarizmi que fue el creador del álgebra. El estudio de la astronomía y los mapas permitieron la invención de instrumentos que favorecieron la navegación, como los astrolabios. Todo este saber se transmitió gracias a la introducción en ál –Ándalus del papel.

Edición: Eva García León. María Victoria Rosique Rodríguez. Fecha: Día del Libro 2021.

Se sentían confusos, sin entender el comportamiento tan extraño de aquella tribu. Sus casas parecían resistentes y duraderas, no parecían algo provisional como las suyas y además, salía humo de algunas de ellas. Los animales comían tranquilos en aquellos cercados, parecían convivir con ellos. Sentían curiosidad, pero no sabían si serían bien recibidos. Dirigieron la mirada hacia el más anciano y este, tras pensarlo un momento, asintió. Todos bajaron sus armas y lentamente se dirigieron hacia el poblado. Empezaba otra era.

De las minas de Turdetania se extraía oro, plata, cobre, hierro, en especial de la Beturia túrdula (Los Pedroches) de los que quedaron los tesorillos argénteos celtibéricos de Los Almadenes (Alcaracejos) y del Moralejo (Vva de Córdoba ). También fue conocida su destreza en la metalurgia del hierro, de las que confeccionaron las célebres espadas llamadas “Falcatas”, que junto a la lanza y el soliferreum eran las armas de la panoplia más relevantes de los pueblos ibéricos.&nbsp;

El señorío que más se extendió en el tiempo fue el de Belalcázar, otorgado en un primer momento a Don Gutierre de Sotomayor, maestre de Alcántara. Su castillo sigue siendo hoy un referente en la comarca, con la torre del homenaje más alta de la Península Ibérica.

Desde el año 409, diversos pueblos bárbaros de origen godo, entran en la Península Ibérica en busca de tierras donde aposentarse. Lucharán unas veces en contra de los romanos, otras guerrearán como aliados de estos y, en ocasiones, estas guerras se producirán entre ellos. Estos pueblos se asentarán cada uno de ellos en distintas partes de Hispania, la que al final, y después de la caída del imperio romano en el año 476, quedará en manos del pueblo visigodo. Este pueblo tuvo desde su entrada en España varios reyes y será durante el reinado de Leovigildo (573 hasta el 586) con la corte instalada en Toletum (Toledo) desde donde gobernará la Hispania visigoda, en la que existía una importantísima población hispanorromana de fuerte tradición cristiana, que vivía en las grandes ciudades como Barcino, Tarraco, situadas a orillas del Mediterráneo, y Toletum, Emérita Augusta, Corduba e Hispalis, respectivamente en el centro, oeste y sur peninsular. Pero también existían grandes espacios territoriales como Los Pedroches, donde vivían cierto número de personas aglutinadas en pequeños núcleos urbanos de origen iberorromano: Solia (MajadaIglesia) El Guijo, y romano como Baedro, de desconocida ubicación pero de existencia cierta, que descendientes de estos núcleos poblacionales, vivían dispersos en el campo en infinidad de pequeñas explotaciones agroganaderas autosuficientes, como los situados en: Caramillo, Redondo, Los Riñosillos, Aguilillas (Villanueva de Córdoba), Eneal y Cerezo (Cardeña). Debido a este poblamiento disperso, encontramos diseminadas por el territorio de la comarca de Los Pedroches y sus proximidades, algunas basílicas levantadas para el culto cristiano, vinculado a la doctrina del arrianismo, que en contra del catolicismo, rechaza la Trinidad. Ejemplo de estas basílicas son El Germo (Espiel) o La Losilla (Añora). Esta última (actualmente en excavación) se trata de una iglesia de tres naves con enterramientos en el interior y una necrópolis asociada en el exterior que estuvo en uso desde el siglo V hasta el VII.

Cuando Gaspar de Haro toma posesión de las Siete Villas de Los Pedroches, concedidas a su padre por alcanzar la paz con el Rey Sol de Francia, rápidamente tiene que abandonarlas. Será su esposa, María de la Cerda, la que se encargue de gobernar estas tierras que siempre huyeron de la dominación de señores. Apresado en la guerra con Portugal, la angustiada esposa pide ayuda a las Siete Villas que formando milicias se integran en el Ejército Real. Tras duras jornadas llegan a los calabozos de Lisboa y rompiendo las cadenas de su señor, devolvieron el marqués a su señora y a sus señoríos.

Siendo titular del señorío de las Siete Villas, María Teresa de Silva Álvarez de Toledo, se efectuó la retroventa de las tierras a la corona. Así, en 1747 se puso fin al dominio sobre estas tierras de la casa del Carpio y la casa de Alba, y volvieron a ser de realengo.

Pedroche fue la localidad más destacada dentro del dominio de realengo y a su alrededor surgirán varias aldeas dado el crecimiento de la población y la necesidad de explotar tierras cada vez más alejadas del núcleo principal, surgidas la mayoría de ellas entre los siglos XIV y XV. De esta forma se conformó una estructura poblacional más densa que la existente hoy día, aunque el mayor número de aldeas desaparecieron en los siglos XV y XVI. El resto, aquellas que consiguieron mayor estabilidad y aumento poblacional, perduraron en el tiempo y llegaron a formar villas independientes.

Desde nuestro hogar, mi familia y yo, somos testigos de cómo nuestro pequeño y amado mundo se desvanece. Bitraws, un regalo de nuestros antepasados, eso nos transmitieron, y así lo hemos disfrutado, como nuestro que lo hicimos. ¿Fue un regalo? Ahora pienso…¿ O les fue arrebatado a otros que lo han llorado y añorado todo este tiempo? Desde la ventana, a lo lejos, en la muralla, espadas y lanzas se entrecruzan en una disputa. Allí mi padre... ¿Nos hace justicia desencadenando injusticia para otros? ¡Oh bella Fash al-Ballut! con tus frutos prohibidos hemos sido tentados… ¿Será ese nuestro castigo?

"La historia es una herramienta sin la cual no podemos comprender nada de lo que sucede en el mundo. Me convenció su idea de que la historia puede ser vista y analizada como un todo y que tiene... no quiero decir leyes, porque eso se parecería demasiado a una visión positivista al viejo estilo, pero sí una estructura y una regularidad, que es el relato de la evolución de la sociedad humana en el tiempo".

Una noche de luna llena, hace miles de años, estaba sentada una familia alrededor de una lumbre. El padre, de pronto dijo: - Os voy a contar una cosa que llevo pensando hace un tiempo. Si aquí, en este lugar, sembramos, hemos hecho nuestras chozas y para cuidar de nuestras siembras tenemos que estar aquí siempre, ¿por qué no hacemos también una tumba para que cuando muramos seamos enterrados? Iremos acompañados de un ajuar con todo lo que hemos utilizado durante nuestra vida: herramientas, collares, cerámicas, útiles de caza… Y todos estuvieron de acuerdo y así se hizo el dolmen Minguillo IV.

Había sido un invierno muy duro para todos, mucha lluvia, mucho viento, pocos animales que cazar para comer, y la madre de mi padre no había aguantado. Llevábamos todo el día preparando el ajuar que depositaríamos junto a su cuerpo y que le serviría siempre. Varios cuencos, un collar y algunos utensilios de caza. Abrimos el dolmen, y pusimos allí el cuerpo, a su alrededor fuimos colocando todo el ajuar cuidadosamente. Todos miramos el símbolo que mis antepasados habían pintado en uno de los lados y cerramos el dolmen con un gran ortostato. Nos dimos un gran abrazo toda la familia y supimos que siempre estaría cuidándonos.

Soy Granitus, panadero de Pompeya, una ciudad preciosa situada en la Península Itálica. Teníamos un volcán al lado, Vesubio, que un día estalló y dejó nuestra ciudad enterrada bajo las cenizas. Algunos conseguimos huir, pero la mayoría se quedó allí. Hoy día, puedes visitar sus ruinas y ver las casas y las calles tal como eran.

Julio Domitío Livio era un hombre que vivía en Pompeya. Un día Julio se dio cuenta de que algo muy malo iba a pasar con el volcán que había muy cerca de la ciudad. Julio hizo más de 2000 carteles diciendo que el volcán explotaría, y los fue colgando de casa en casa. Excepto su familia, nadie lo creía, pero un día Pompeya empezó a temblar y del volcán empezó a llover lava. Entonces Julio dijo a todos los pobladores de Pompeya que se fueran de allí. Toda Pompeya huyó, y Julio fue la persona más importante de Pompeya.&nbsp;&nbsp;

Citando la célebre frase de León Tolstoi en ‘Guerra y Paz’: “Antes de dar al pueblo sacerdotes, soldados y maestros, sería oportuno saber si por ventura no se está muriendo de hambre”. Entramos en una etapa muy dura de Los Pedroches y España, en general. Si difícil fue la Guerra Civil, difícil sería la posguerra. Años caracterizados, entre otras cosas, por ser una época de hambrunas, por lo que cada municipio emitía unos ‘Cupones de Racionamiento’ para repartirlos a la población y con eso poder adquirir el producto o intercambiar por el valor económico que tuviera en sí.

Especial incidencia tiene en el arte de este periodo, las enseñanzas provenientes del Paleolítico superior y el Neolítico, en el que tuvieron un gran significado, la pintura y el grabado, artes que se emplearon en la decoración de los ortostatos de las tumbas megalíticas y en algunos menhires.

Después de aquella noche de lluvia, el sol apareció tímido sobre el horizonte. Marcos aparejaba la vieja mula mientras su joven esposa recogía los escasos enseres que poseían. Unas tres leguas de camino era lo que separaba su villa natal de Pedroche del paraje de Encina Enana. Poco sabían de ese lugar que iban a habitar, solo que eran unas tierras de abundantes pastos y frondosas encinas. Cuando la mula estuvo aparejada, emprendieron el camino hacia su nuevo destino, llenos de dudas e incertidumbre, pero ilusionados ante la nueva vida que estaban a punto de comenzar.

Esta zona era conocida como Fahs al-Ballut, y de gran relevancia eran los numerosos husūn (fortalezas) que se extendían por toda la comarca y que controlaban los citados caminos y las zonas de explotación, situados en lugares estratégicos, como Mugawwar (en Torrecampo) o Vioque (en Santa Eufemia). Bitrawsh y Gafiq son los núcleos más importantes, los centros principales de Los Pedroches durante toda la Edad Media, en torno a ellos se organiza básicamente el territorio, de gran valor estratégico por ser la conexión natural entre la Meseta y Andalucía. Son, sin duda los enclaves más poblados y mejor defendidos de la red castral, que, constituida por castillos, torres y atalayas relacionados entre sí, se articula en sus respectivas demarcaciones para defender las principales zonas económicas (esencialmente mineras) y vías de comunicación. El núcleo de Gafiq (Belalcázar), sería la madina principal o capital de la cora hasta el siglo X donde se establecieron árabes para defender los territorios que pasarían años después a situarse más al este como zona de tránsito poblacional.

La chiquillería del Minguilo esperaba la llegada de aquel día con entusiasmo y alegría. Iba a ser en la mañana del día de Santo Tomás, cuando ese nuevo medio de transporte empezaría a surcar por los “caminos de hierro” construidos en el lugar, invitando a soñar a la gente humilde que trabajaba la tierra en medio de aquel impresionante mar de encinas. Luna gritó fuerte… “amiga, despierta… ya es una realidad, subamos a esta oportunidad”.

A comienzos del siglo XX, el ferrocarril revolucionó Los Pedroches ya que supuso la apertura de un canal de salida y entrada a una comarca atrasada históricamente. Transformó sus pueblos y la vida de sus habitantes, con un aumento del comercio y de la población, y cambios en la disposición urbana, por ejemplo, con el surgimiento de paseos y avenidas hacia las estaciones (Paseo de Andalucía, Villanueva de Córdoba). Sin embargo, desde el comienzo, el ferrocarril estuvo vinculado al transporte del mercancías, especialmente mineras (fue fundado por la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya), y no como medio de comunicación para los habitantes. Por ello, cuando en la década de los cincuenta se produjo la crisis minera, las líneas férreas de Los Pedroches dejaron de ser rentables y cerraron definitivamente en 1970.

Los musulmanes llegaron a la Península Ibérica en el año 711, iniciando un proceso de conquista que duró varios años hasta la formación del territorio conocido como Al-Ándalus. Este reino tuvo una amplia extensión, hasta más allá de la mitad peninsular, llegando prácticamente al norte de España e incluso con incursiones en tierras francesas que mantuvieron bajo su mandato algunos años. La época islámica en Los Pedroches fue de importancia ya que la comarca alcanzó un gran esplendor, gracias a la minería y al paso de vías de comunicación muy destacadas (como el camino del Armillat) que unían la capital del reino, Qurtuba (Córdoba), con el norte a través de Toledo y era la vía de salida del ejército califal, y la de entrada de los impuestos recaudados hacia la capital cordobesa. A través de este camino del que sabemos muy poco, vislumbramos como en esta época, Los Pedroches no era un territorio situado lejos de todos sitios sino, al contrario, surcado por las más importantes vías de comunicación, como este camino. Una vía muy utilizada durante el siglo X y que se abandona tras la caída del califato.

Cuando Amira y Said llegaron a lo más alto del cerro ya el sol se había escondido detrás de la sierra. Traían calor por el esfuerzo, pero allí corría un vientecillo fresco. Se sentaron encima de un peñasco de granito que sobresalía de la tierra. Sacaron el pan de la talega y lo acompañaron de dos puñados de bellotas, avellanadas y dulces, que recogieron de una de las encinas, la que estaba a la mano.&nbsp; Después de pasar la noche, seguirían hacia Toledo, por el camino de Armillat. Era el año 1001 de nuestra era, aunque ellos no lo sabían.&nbsp;

Había llegado la primera Revolución de la Historia, la Revolución Neolítica, tendrán lugar acontecimientos que cambiarán en profundidad las ancestrales formas de vida de las sociedades humanas, que hasta ahora habían tenido como estrategia la supervivencia basada en el nomadismo, la caza y la recolección de frutos silvestres. El hombre adoptará nuevas actividades para procurarse el alimento diario, como fueron, primero la ganadería, iniciada con la domesticación de la cabra y la oveja, a los que después se uniría el cerdo, la vaca y el perro. Casi al mismo tiempo hace su irrupción la agricultura, actividad que conlleva la adopción de formas de vida sedentarias, provocando con ello innovaciones tecnológicas que supondrán un cambio en los útiles líticos que fabrican de piedra tallada adoptando las hachas y azuelas de piedra pulida. Con la existencia de poblados estables de más o menos individuos, estas sociedades agropastoriles, pondrán en práctica nuevas creencias religiosas, visibles en los enterramientos de sus difuntos. Predominando en el Calcolítico o Edad de los Metales, les darían sepultura en el subsuelo de sus hábitats o bien en el exterior de los poblados, en los que se aprecian verdaderas necrópolis tumulares. Pasan el centenar en la Comarca de Los Pedroches (recogidos en la obra El fenómeno megalítico de Silverio Gutiérrez Escobar), con especial incidencia en la zona oriental y están conformadas por grandes piedras megalíticas aprovechando el granito imperante en la zona. Estos enterramientos son usados colectivamente, en ellos se lleva a cabo la inhumación, el difunto se acompaña de un ajuar funerario, según la relevancia del mismo en su vida social, política o religiosa y con la creencia de su necesidad y uso en la otra vida.

En la presente publicación, se hace un recorrido por los pueblos y culturas que han pasado por esta tierra, Los Pedroches. En el Museo de Historia Local hacemos este itinerario a través de los vestigios que recogemos de sus costumbres, vivencias y cotidianeidad. Por su parte, esta obra la constituirán nuestras gentes, que han querido colaborar en este proyecto para adentrarnos como protagonistas en las poblaciones que desde el Paleolítico Inferior Medio han acontecido por nuestra zona, dar a conocer nuestras raíces que conformarán nuestra propia idiosincrasia. ¿Te unes a este viaje ‘A través del Tiempo’?

Un cielo plomizo lo cubría todo, primavera del año 603 junto a unos llanos poblados de encinas y granito imperaba el Cerro Caramillo. Dos hermanos decidían qué enseres le echarían a su padre para su ajuar: - Sin duda, Rodrigo, el broche de cinturón con el que tanto presumió y le costó obtener. - Yo prepararé las redomas y vasijas para llenarlas de vino y especias. - No se nos pueden olvidar los gemelos para agarrarse la capa, tendrá muchas batallas que librar. Ambos se abrazaron y supieron que su padre lucharía en su otra vida por conservar el legado conseguido.

Al – Ándalus representó un papel importantísimo en la conservación, el desarrollo y la transmisión de la cultura grecolatina, a la que hay que añadir la que desarrollaron los musulmanes. Al – Ándalus fue, por tanto, el puente de transmisión de todos esos conocimientos desde oriente hasta occidente. Como abundante fuente de cultura hay que destacar la toponimia actual de origen árabe de Los Pedroches, se muestra la amplitud y profundidad de la huella humana islámica en esta zona: Alcaracejos, Almogávar, Añora, El Vacar y los topónimos hídricos Cuzna, Guadalbarbo, Guadalmellato, Guadalmez, Guadamatilla, Guadamora, Guadarramilla.

Sabiéndose una ideología religiosa basada en el culto a varios dioses, será siempre constituida para insistir en las prácticas rituales cívicas que buscan el bienestar de la ciudad – Pax Deorum-. En cada familia se rendía culto a los&nbsp;dioses del panteón romano, al igual que a los antepasados: el genio familiar; los lares, protectores de los campos; los manes protectores de la casa; y los&nbsp;penates, protectores de la despensa y los alimentos. El&nbsp;pater familias oficiaba como sacerdote, especialmente durante la cena, en donde se hacían libaciones, es decir, derramamiento de&nbsp;vino, leche o miel&nbsp;sobre el&nbsp;lararium (habiendo en este Museo una recreación del mismo) o santuario familiar, en el cual ardía siempre una llama, a la que llamaban&nbsp;hogar. Ante la idea de protección y ayuda divina que emana desde nuestros antepasados, en esta cultura romana era muy frecuente la realización de exvotos o figuritas para el agradecimiento o petición de un deseo. Podían ir dirigidos al Dios para que protegiera tal anhelo, como Junio Lucina, diosa de la fertilidad, Deméter, diosa de la naturaleza o cualquiera del Panteón.

Desde los inicios del s. II d.C, aparecen en Los Pedroches asentamientos mayores donde se documenta una economía basada en la agricultura y la ganadería. Estos núcleos perdurarán hasta el final del Imperio Occidental en el año 476 d.C., siendo emperador Rómulo Augústulo.

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