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Nube rosa

by Martina Candiano

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Pasaron tres otoños en los que pude ver nuestro amor deteriorarse poco a poco. Al cuarto otoño aquel brillo que había en sus ojos al ver mi sonrisa desapareció.

Mi cabeza se llenó de dudas. ¿Ya no me amabas? ¿Por qué nos distanciábamos? ¿En verdad existe el amor? No comprendía lo que nos había llevado a ser desconocidos conviviendo en un pequeño departamento.

Un día tuvimos una horrible pelea, mi cabeza se nubló por la desesperación de sentir que ese sería nuestro final y ello me llevó a decir cosas horribles. Ni siquiera recuerdo cual fue el detonante de la discusión, lo que recuerdo a la perfección fue el momento en el que él salió por la puerta de nuestro departamento. La tristeza le ganó al enfado y comencé a llorar cuando lo perdí de vista; intenté seguirlo pero ya no estaba allí.
Comenzó a evitarme, llegaba a altas horas de la noche, dormía en el sillón y se iba de casa antes de que saliera el sol. Decidí que ambos necesitábamos espacio para pensar y hablar con tranquilidad.

Una noche, luego de una semana hice una cena para que pudiésemos hablar, disculparnos y disfrutar; pero nunca llegó por lo tanto tomé mis cosas y me fui de nuestro hogar. Me dolía el corazón como nunca antes había sentido al recordar cómo éramos felices simplemente mirando los ojos del otro.

Dos días después de mi partida me buscó, llevaba gladiolos, mis flores preferidas,  en su mano derecha y una copia de mi libro favorito, lleno de anotaciones y dibujos hechos por él,  en la otra. Allí fue que entendí como caímos en una rutina, en la monotonía de vivir juntos sin amarnos como habíamos hecho antaño.
Algo hermoso volvió a surgir entre ambos aquella noche que nos volvimos a amar como la primera vez. Éramos él y yo. La electricidad en nuestros besos, la calidez en nuestras miradas y la emoción de estar el uno junto al otro, retomaron el fuego de nuestra relación. Me propuso matrimonio y desde ese día todo fue cuesta arriba.

Ambos comprendimos que debíamos amanecer cada día de forma diferente para mantener la pasión y no caer en la monotonía de nuevo, éramos el uno para el otro, el complemento que nuestras almas necesitaban; por nada en el mundo volveríamos a distanciarnos. Actualmente todos los días vivimos en nuestra nube rosa de amor, queriéndonos como el primer día, deseándonos con toda la pasión de  nuestros cuerpos, siendo felices uno junto al otro.
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