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Tal vez nadie entienda por qué algo tan insignificante como un mensaje puede hacer que nuestras emociones cambien de un instante  a otro, pero con certeza sabemos que puede pasar…

Todavía recuerdo aquella tarde en que le escribí, aún sigo esperando su respuesta, una sucesión de palabras  que a pesar de mis súplicas, nunca llegó.

Pasaron los días. Aún guardo en mi interior el anhelo de que responda, mientras que intento continuar mi camino como si nunca hubiese aparecido en mi vida.

Sigo mirando el cielo, como queriendo  adivinar si en algún rincón de ese azul intenso se encuentra su alma. Las preguntas llenan mi cabeza, aún no descubro si fallé en algo o simplemente nunca estuvo tan enamorado como me hizo pensar.

Por más que empeño  todas mis fuerzas extraño ver el brillo en sus ojos cuando algo le apasionaba, también el magnético tono de su voz, pero sobre todo extraño la calidez de  sus brazos, que se convertían en abrazos  cuando estábamos juntos.

Pasaron las semanas y lo vi con ella en un café disfrutando del otoño, quise acercarme y gritarte en la cara todas aquellas cosas que no había podido decirle. Sin embargo luego de unos instantes me di cuenta de que, tal vez,  haría con ella lo mismo que tiempo atrás había hecho conmigo: romperla.

Desaparecer estaba  en su naturaleza. Analicé su mirada, la forma en que sostenía su mano y aquella falsa sonrisa en su rostro.

Allí entendí que yo nunca había sido el problema, sino él, que intentaba llenar un vacío buscando desesperadamente una mujer que colmara, cambiara o inventara nuevas expectativas.

Un peso salió de mis hombros al comprender que nunca tuve la culpa de que me abandonara, luego de aquel suceso comencé terapia.

Comprendí que necesitaba amarme a mí misma más de lo que debería amar a cualquier persona. Aprender a dejar ir, a tener amor propio y a no depender emocionalmente de alguien fue un arduo proceso del que estoy completamente orgullosa.

Hoy en día puedo ver cuánto he crecido luego de que rompiera mi corazón, ese silencio que creí que me mataría, finalmente me convirtió.

Agradezco. Él  fue la piedra que me hizo caer, comprender y cambiar aquellas inseguridades en mi interior.

Actualmente soy completamente feliz, me siento completa. Simplemente me amo.