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Un día en la bahía más bonita del mundo

by Alumnado 1º ESO

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Un día en la bahía más bonita del mundo
Nuestros relatos para el Certamen Literario:

"Dilo en buen español"
Alumnado de 1º ESO
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Con motivo del Día Internacional del libro, os pasamos nuestro pequeño libro digital. Se trata de una recopilación de los relatos que hemos creado para el Certamen Literario "Dilo en buen español".
Descubriréis diversas historias que giran en torno al tema principal "Un día en la bahía más bonita del mundo" y podréis leerlos o escucharlos.

Esperamos que os gusten y que disfrutéis con su lectura.
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Con todo el cariño para Primaria,
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Alumnado de 1º ESO

 Mis tristes recuerdos

Yo, un paupérrimo pescador, pasaba un día más en nuestra linda bahía, mientras el rutinario grupo de gaviotas, engullía sin temor el pescado que la bahía contemplaba. Por otra parte de la ciudad, los raqueros se encontraban buceando, cogiendo monedas, ganándose la vida, ¡qué recuerdos me traía!

Por las mañanas, salía a pescar a bordo de mi barco pesquero y por las noches llegaba a costa, normalmente con la sensación de esfuerzo, forjada y con la alegría de ver otra vez la preciosísima ciudad. Preciosa no durante mucho tiempo; esa noche cuando llegué, vi un potente color proveniente de la calle Cádiz, ¡unas grandes llamas estaban quemando media ciudad! En ese momento no pude hacer nada, me quedé en mi barquito contemplando la enorme catástrofe. Cuando amaneció, las largas cuchillas seguían calcinando lo que era la hermosa ciudad y para aumentar la tragedia, hubo unas rachas de viento proveniente del sur, de más de 100 km/h. 
Medio mes después, el último foco se extinguió, muchas familias se habían quedado sin casa ni comida. Al día siguiente salí con mi barquito a pescar y conseguí una gran cantidad de lubinas, la mayoría de estas, fueron a la boca de los habitantes necesitados, sin coste alguno, las doné. Me recordaba al año 1893, cuando explotó el barco neocastrense que iba cargado de dinamita, en el momento en el que apenas tenía 10 años. 
Esta fue parte de la historia de nuestra suprema ciudad, Santander.

Aarón Abascal Ruiz
Descubriendo la belleza de la bahía por primera vez

Un nuevo día comenzaba, podría divisar desde aquel barco la belleza de la bahía a la que me aproximaba. Las olas rompían contra el muelle, desde lejos lo podía escuchar, sonido tranquilizador, tenía la esperanza de poder atracar. Tan solo necesitaba explorar ese lugar, aunque según las órdenes del capitán, aquello tendría que esperar. 
Debíamos permanecer en el mar hasta que transcurrieran tres días y a pesar de que lo deseara, debía aguardar el momento adecuado. Realizaba mi trabajo sin descanso, era agotador, pero les debía algo; a la tripulación y al capitán, ellos que me dieron una oportunidad de vivir, sentir y amar. 
Todavía recuerdo aquel día como si fuera ayer, aquella terrible, pero hermosa mañana en la que una carta de desahucio llegó a mi buzón, esta noticia me chocó, ¿Qué haría ahora? Mi hogar era lo último que me quedaba, sin él, ¿Qué sería de mí? 
Horas después ya estaba abandonada en la calle, era una fría y oscura noche. Después de aquel suceso no podía pensar con claridad, mis pensamientos estaban desperdigados por mi mente y solo existía una idea fija ¿Qué debía hacer? Necesitaba un nuevo hogar, necesitaba aquella seguridad con la que sentía que podía realizar todo lo que me propusiera, aquel apoyo que anteriormente había recibido, lo necesitaba de vuelta. 
“¿Estás bien?” Fue lo único que escuché, una cálida voz inundaba mi cabeza, ¿Quién era aquella persona? Sería quien me salvó y me brindó una nueva oportunidad de vivir. Entonces reaccioné rápidamente, levanté la cabeza hasta que mis ojos se cruzaron con los suyos. Después de una acelerada conversación llegamos a un acuerdo: Ellos compartirían su hogar conmigo, a cambio, yo realizaría las tareas del barco. Aquello me llenó de alegría, sentí que no estaba sola. 
Transcurridos los tres días, por fin pudimos llegar a nuestro destino y allí encontrar nuestros caminos, una nueva aventura comenzaba.

Alba Fernández de Bobadilla Prado
Muchos días, una bahía 

El viento azotaba mi pelo, la suave brisa me arrullaba, las olas del mar chocaban con sutileza contra el muro del muelle como las alas de un pájaro con el viento. Y sí, ahí estaba yo sentada otro día más, en el bordillo de esa bahía, mi bahía.
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