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Érase una vez una linda niña, que vivía junto a un espeso bosque. Siempre vestía una caperuza roja que le había regalado su abuelita, por lo que era conocida como Caperucita Roja.

Un día la madre la envió a que le llevara comida a su abuela al otro lado del bosque pues estaba enferma. La madre le advirtió de los peligros del bosque y de que no hablara con extraños.

Caperucita emprendió alegre y confiada el camino, si conocer los peligros que le acechaban.
Se pasaba el camino distraída, hablando con los animales que le salían al encuentro y hablaba con todos tras saludarles.
Se pasaba el camino distraída, hablando con los animales que le salían al encuentro y hablaba con todos tras saludarles.

No se percató que el lobo la seguía.
El lobo feroz la observaba fijamente en su camino, relamiendo sus fauces con la posibilidad de tal suculento bocado.

El hambre se hacía presente y quería comérsela, pero estaba temeroso de leñadores y cazadores que trabajaban en las cercanías del camino del bosque.

Así que ideó un plan para engañar a Caperucita y poder buscar un sitio más tranquilo para perpetrar su plan.

Se cruzó en medio del camino y saludo a caperucita roja como otro gentil animalito más, preguntándole.
¿Dónde vas tan alegre Caperucita? Ella amablemente y confiada le contesto, – A casa de mi abuelita.
¿Dónde vas tan alegre Caperucita? Ella amablemente y confiada le contesto, – A casa de mi abuelita.

El lobo se despidió educadamente. ¡Qué tengas un buen día caperucita!.
Y conociendo el destino de la niña, ajustándose al malvado plan maquinado se encaminó a la casa de la abuelita por un atajo que conocía.
Y conociendo el destino de la niña, ajustándose al malvado plan maquinado se encaminó a la casa de la abuelita por un atajo que conocía.

Al llegar asustó y escondió a la agradable anciana en un armario para devorarla más tarde, pues caperucita estaba a punto de llegar.

Cerró el mueble con llave y se metió en la cama con la ropa de la abuelita.
