La bici de Tomás a través del tiempo

by Stella Allegrini

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“LA BICI DE TOMÁS A TRAVÉS DEL TIEMPO”
Tomás Viale, era un niño como muchos, al que le gustaba conducir su bicicleta azul por la ciudad. Disfrutaba de todos los elementos con que contaba su medio de transporte: la bocina, para avisarles a los autos de que él estaba en el camino, un freno eficaz que le permitía bajar la velocidad cómodamente, luces delanteras y traseras para ser visto de noche... Además, tenía un casco que le permitía proteger su cabeza ante cualquier siniestro.
Un día, mientras conducía su bicicleta, respetando los semáforos y todas las señales de tránsito, observó que una luz blanca, espesa y envolvente lo atrapa. Comenzó a sentir que su cuerpo, junto a su bici ingresan a un laberinto espiralado que no tiene fin.
Después de unos minutos, logró dejar de girar y como por arte de magia, apareció en un lugar desconocido para él. Enseguida se da cuenta que está solo, había perdido su bici azul.
Caminó un rato y se encontró con un señor muy elegantemente vestido. Con temor, le preguntó cómo se llamaba el lugar donde estaban. Éste le respondió: - Alemania. Y quiso saber por qué le hacía esta pregunta.
Tomás le contó lo vivido y lo desconcertó, porque el señor no conocía lo que era una bicicleta.
Lo acompañó a su casa. En el camino, Tomi, quiso saber el nombre de su nuevo amigo.
Karl Drais, le dijo. Enseguida, un montón de datos vinieron a la mente del niño: Karl Drais era el inventor de la bicicleta y recordó todo lo estudiado en la escuela: que la primera bicicleta había sido creada en Alemania, que en un primer momento se la llamó “la máquina para correr”.
Tomás, creía estar en un sueño, debido a que siempre soñaba con conocer al inventor de la bicicleta y saber qué lo había motivado para hacerlo.
Karl, le propuso mostrarle el proyecto en el que estaba trabajando y el nombre que pensaba ponerle. Cuando lo vio, recordó todas las imágenes de las bicicletas antiguas que había visto en libros de historia.
Tomás, le preguntó si podía subirse para probarla. Karl aceptó, porque nadie hasta ese momento la había probado. Enseguida ayudó al niño a subir y le dio el primer empujoncito.
Rápidamente, la máquina de correr o bicicleta, para Tomás, comenzó a tomar velocidad y otra vez, una luz blanca, espesa, envolvente lo llevó al laberinto espiralado.
Cuando llegó a la actualidad, apareció en el mismo sitio que se encontraba antes de partir. En forma desesperante comenzó a mirar a todos lados buscando a su compañera, la bici azul.
Una señora, la dueña de un comercio, vio a Tomás y recordó que era el niño que había olvidado la bici azul que ella había guardado.
Seudónimo: LA MARMOTA ESPACIAL

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