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ALIBABÁ Y LOS CUARENTA LADRONESLoading...
CEIP VIRGEN DEL ORO ABARÁN

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Hace muchos años, vivía en una ciudad un hombre llamado Alí Babá. Un día en que había salido a recoger leña, vio a lo lejos un grupo de cuarenta jinetes que se detenía ante una gran roca.
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Oculto entre unas ramas, les observó y enseguida comprendió que eran ladrones. El jefe se dirigió a la gran roca y exclamó:
-¡Ábrete, Sésamo
-¡Ábrete, Sésamo
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La roca se abrió, descubriendo una gran cueva en la que los bandidos depositaron los fardos que llevaban.
-¡Ciérrate, Sésamo! -exclamó el jefe cuando salieron..
-¡Ciérrate, Sésamo! -exclamó el jefe cuando salieron..
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Y la enorme piedra volvió a su sitio.
En cuanto los ladrones se marcharon, Alí Babá se acercó a la roca y repitió las palabras mágicas:
-¡Ábrete, Sésamo! Oro, piedras preciosas, montañas de monedas... Ali observaba atónito aquella riqueza. Cargó de oro las alforjas de su borriquillo, corrió a su casa y le contó a su mujer lo ocurrido. Y ésta se lo contó a su prima, la esposa del hermano menor de Alí Babá, Kassim.
En cuanto los ladrones se marcharon, Alí Babá se acercó a la roca y repitió las palabras mágicas:
-¡Ábrete, Sésamo! Oro, piedras preciosas, montañas de monedas... Ali observaba atónito aquella riqueza. Cargó de oro las alforjas de su borriquillo, corrió a su casa y le contó a su mujer lo ocurrido. Y ésta se lo contó a su prima, la esposa del hermano menor de Alí Babá, Kassim.
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Kassim era un mercader muy rico y ambicioso, apenas se enteró de lo ocurrido, corrió a la cueva. Pero tenía mala memoria y, una vez dentro, no recordó las palabras mágicas. Cuando llegaron los bandidos, lo degollaron sin piedad.
Al ver que Kassim no volvía, su mujer le confesó todo a Alí Babá. Éste volvió a la cueva, recogió el cadáver de su hermano y, al anochecer, lo llevó a su casa. Alí y los suyos discurrieron cómo hacer creer que la muerte de Kassim había sido natural,
Al ver que Kassim no volvía, su mujer le confesó todo a Alí Babá. Éste volvió a la cueva, recogió el cadáver de su hermano y, al anochecer, lo llevó a su casa. Alí y los suyos discurrieron cómo hacer creer que la muerte de Kassim había sido natural,
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los bandidos no debían saber que alguien conocía el secreto de la cueva. Finalmente, la criada de Alí, que era muy astuta, llevó a un zapatero con los ojos vendados, y éste cosió las heridas del cadáver.
Cuando los ladrones vieron que el cadáver había desaparecido, temieron por sus riquezas. Al día siguiente, recorrieron la ciudad, que uno de ellos dio con el zapatero y lo convenció con unas monedas de oro. El zapatero le llevó por una cuesta empinada y señaló la casa de Alí Babá.
Cuando los ladrones vieron que el cadáver había desaparecido, temieron por sus riquezas. Al día siguiente, recorrieron la ciudad, que uno de ellos dio con el zapatero y lo convenció con unas monedas de oro. El zapatero le llevó por una cuesta empinada y señaló la casa de Alí Babá.
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Satisfecho, el ladrón marcó una cruz en la puerta y corrió a dar la noticia. Pero la astuta criada, que lo había visto todo, trazó la misma señal en todas las puertas.
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Otra vez volvió el zapatero a recorrer la ciudad, y de nuevo la criada consiguió engañarlos. Pero, a la tercera vez, el jefe acompañó al zapatero y se fijó bien en la casa.
Al día siguiente, veinte mulas, cargada cada una con dos enormes tinajas, se detuvo ante la casa de Ali Babá.
-Soy un comerciante de aceite -dijo el hombre-. Ya es de noche y busco posada.
Alí Babá le acogió y le preparó una gran cena. Luego se acostaron todos. Sólo la criada se quedó despierta.
Al día siguiente, veinte mulas, cargada cada una con dos enormes tinajas, se detuvo ante la casa de Ali Babá.
-Soy un comerciante de aceite -dijo el hombre-. Ya es de noche y busco posada.
Alí Babá le acogió y le preparó una gran cena. Luego se acostaron todos. Sólo la criada se quedó despierta.