La metáfora de tejer la vida y el encuentro con la señora muerte
Artesanidad es la expresión, en el plano humano, de un proceso que comprende la experiencia de acercamiento a la muerte a partir de la enfermedad y su complementario proceso de sanidad, cuando en medio del proceso, aparece el “insigth” en clave de memoria intergeneracional y transgeneracional, como el arte de darse cuenta del origen del malestar y como consecuencia el cuerpo mismo se empieza a revitalizar. Un cuerpo que con fiebre, inflamación, descomposición, desnutrición, clama a otros cuerpos (los cuerpos médicos especializados), para dar una alternativa quirúrgica como forma de re-enmendar los tejidos agredidos por la toxicidad de la negligencia, ignorancia del dolor del próximo, el abuso Inter género y el abandono.
Testimoniar el proceso de restablecimiento de la salud de los tejidos de los órganos, reaprender a amar el cuerpo en plena cicatrización, estetizar la habitación hospitalaria como el nuevo hogar y acoger a los habitantes itinerantes de los equipos médicos y de enfermería en la mañana, en la tarde, en la noche...
Aromatizar el olor a moribunda, a la mujer con ganas de vivir, a la “es-tu-diosa" que vivió la experiencia espiritual y se encomendó a su sanador y a su poder, obrando en su propio cuerpo, en su propio dolor y en una frase repetida en oración antes de cada intento de volverla a tejer...es un homenaje a mi madre, mi abuela y a las mujeres y hombres que tejen el cuerpo y ayudan a hilar el pensamiento para perdonar y perdonarse.
Artesanidad es la expresión, en el plano humano, de un proceso que comprende la experiencia de acercamiento a la muerte a partir de la enfermedad y su complementario proceso de sanidad, cuando en medio del proceso, aparece el “insigth” en clave de memoria intergeneracional y transgeneracional, como el arte de darse cuenta del origen del malestar y como consecuencia el cuerpo mismo se empieza a revitalizar. Un cuerpo que con fiebre, inflamación, descomposición, desnutrición, clama a otros cuerpos (los cuerpos médicos especializados), para dar una alternativa quirúrgica como forma de re-enmendar los tejidos agredidos por la toxicidad de la negligencia, ignorancia del dolor del próximo, el abuso Inter género y el abandono.
Testimoniar el proceso de restablecimiento de la salud de los tejidos de los órganos, reaprender a amar el cuerpo en plena cicatrización, estetizar la habitación hospitalaria como el nuevo hogar y acoger a los habitantes itinerantes de los equipos médicos y de enfermería en la mañana, en la tarde, en la noche...
Aromatizar el olor a moribunda, a la mujer con ganas de vivir, a la “es-tu-diosa" que vivió la experiencia espiritual y se encomendó a su sanador y a su poder, obrando en su propio cuerpo, en su propio dolor y en una frase repetida en oración antes de cada intento de volverla a tejer...es un homenaje a mi madre, mi abuela y a las mujeres y hombres que tejen el cuerpo y ayudan a hilar el pensamiento para perdonar y perdonarse.
Encuentro con el Costurero de la Memoria
En medio de los bemoles de maltrato y violencias que afrontamos y que a veces no toleramos más, un día en el grupo de mujeres migrantes y diaspóricas encontré la invitación a reunirnos a tejer sentido y y memoria entre mujeres con diferentes empatías y sinergias tanto con el arte de tejer hijos, costurera, bordar, como en el arte de tejernos relaciones de sanación individual y colectivamente.
Aquel día, fue en la plaza de la mariposa, habían miedos y también ímpetu para superarlo, nada malo hay en reunirnos a tejer a pesar de que se haga propaganda de miedo por Covid 19 o por manifestaciones pacíficas de la ciudadanía; salí de mi encerramiento covidciano con las tripas indicando que era una respuesta correcta a un llamado para entretejer y crear otras cosas con otras y otros, distinta a la de entretener el dolor de las violaciones de DDHH durante las manifestaciones del 2021.
En medio de los bemoles de maltrato y violencias que afrontamos y que a veces no toleramos más, un día en el grupo de mujeres migrantes y diaspóricas encontré la invitación a reunirnos a tejer sentido y y memoria entre mujeres con diferentes empatías y sinergias tanto con el arte de tejer hijos, costurera, bordar, como en el arte de tejernos relaciones de sanación individual y colectivamente.
Aquel día, fue en la plaza de la mariposa, habían miedos y también ímpetu para superarlo, nada malo hay en reunirnos a tejer a pesar de que se haga propaganda de miedo por Covid 19 o por manifestaciones pacíficas de la ciudadanía; salí de mi encerramiento covidciano con las tripas indicando que era una respuesta correcta a un llamado para entretejer y crear otras cosas con otras y otros, distinta a la de entretener el dolor de las violaciones de DDHH durante las manifestaciones del 2021.
Marcela Ruíz
Soy tejedora de vida, paz y memorias bioculturales, hago parte del Costurero Kilómetros de vida y de memoria hace ya un año y ha sido mi mejor experiencia para remendar mi vida y la de mi hijo. Como madre, hija y profesora me he enfocado en darle una vuelta a la enseñanza de la biología desde el arte del bordado, la costura y el textil enfocada en la biología hacia el cuidado de la vida y del cuerpo como territorio de resistencia.
Es por eso que al vincularme con el Costurero he podido tejer y destejer mi cuerpo femenino desde mis raíces y mis memorias… a veces rotas, frustradas y llenas de violencia. En el ir y venir de la vida me encontré en el camino con el tejido, mi mejor compañía hasta el momento, porque desde anudar y zurcir los hilos he podido repensarme la vida y apostarle a construir un tejido colectivo que permita contar nuestra historia, desde ese momento me enfoqué en construir conocimiento desde el lenguaje del tejido y todos los sentires que evocan de esta práctica ancestral y artesanal.
Tal vez porque llegó la hora de hacerle frente al dolor, la injusticia y la impunidad, es por eso que decidimos hacer las paces, desde el amor, sororidad y la juntanza. Porque entendí que las memorias de las violencias se podían trabajar desde la costura y desde los saberes de la biología en contexto, desde reconocernos como cuerpos cíclicos, porque entendí que desde el cuidado hacía la vida empieza el cambio.
El repensar el quehacer docente en estos espacios y procesos de resistencia es apostarle a conocer, aprender y entender al otro, es aprender a representar sentires y memorias en una tela, en una tela tejida con hilos y fibras que forman cuerpos, como el cuerpo como territorio. Al ser maestra cuidadora de la vida le apunto a reconocer los cuerpos desde lo saludable y desde el amor, desde la maravilla de las plantas y su poder para sanar, sanar y ayudar a los seres y existencias con los que compartimos este cosmos.
Es por eso que al vincularme con el Costurero he podido tejer y destejer mi cuerpo femenino desde mis raíces y mis memorias… a veces rotas, frustradas y llenas de violencia. En el ir y venir de la vida me encontré en el camino con el tejido, mi mejor compañía hasta el momento, porque desde anudar y zurcir los hilos he podido repensarme la vida y apostarle a construir un tejido colectivo que permita contar nuestra historia, desde ese momento me enfoqué en construir conocimiento desde el lenguaje del tejido y todos los sentires que evocan de esta práctica ancestral y artesanal.
Tal vez porque llegó la hora de hacerle frente al dolor, la injusticia y la impunidad, es por eso que decidimos hacer las paces, desde el amor, sororidad y la juntanza. Porque entendí que las memorias de las violencias se podían trabajar desde la costura y desde los saberes de la biología en contexto, desde reconocernos como cuerpos cíclicos, porque entendí que desde el cuidado hacía la vida empieza el cambio.
El repensar el quehacer docente en estos espacios y procesos de resistencia es apostarle a conocer, aprender y entender al otro, es aprender a representar sentires y memorias en una tela, en una tela tejida con hilos y fibras que forman cuerpos, como el cuerpo como territorio. Al ser maestra cuidadora de la vida le apunto a reconocer los cuerpos desde lo saludable y desde el amor, desde la maravilla de las plantas y su poder para sanar, sanar y ayudar a los seres y existencias con los que compartimos este cosmos.
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Marco SálazarLoading...
Mi nombre es Marco Giovanni Salazar García, soy egresado de la Universidad Pedagógica Nacional de la Licenciatura en Biología. Hago parte del Semillero de Investigación Enseñanza de la Biología y Diversidad Cultural y de la Línea de Investigación “Bioarte”. He tenido la oportunidad de compartir mi camino con comunidades indígenas y campesinas en la Amazonía colombiana, lo cual ha enriquecido mi formación como maestro de biología y me ha permitido reflexionar acerca de la necesidad de reconocer y legitimar las diversas formas en que las comunidades construyen conocimiento desde su interacción cotidiana con la naturaleza.Así mismo, desde mi experiencia de práctica pedagógica y posterior desarrollo de trabajo de grado, me di cuenta de que desde el arte es posible gestar procesos educativos contextualizados y situados en la realidad de la gente, además de reconocer la forma en que las comunidades tejen vínculos sensibles con su territorio. Desde esta perspectiva considero que generar diálogos entre el arte y la enseñanza de la biología fortalece el arraigo hacia el territorio y la pertenencia territorial, construyendo prácticas hacia el cuidado de la vida, no solo de los seres humanos, sino también de los diversos seres con los que compartimos el mundo.
Todo lo anterior, me ha llevado a pensarme alternativas otras para relacionarme con la naturaleza y con las comunidades, abriéndome a la posibilidad de participar en proyectos comunitarios en los que se re-construyen los tejidos sociales para vivir en una Colombia en Paz. Gracias a esto, tengo la oportunidad de hacer parte de procesos como el Costurero Kilómetros de Vida y de Memoria desde el año 2021, que se ha convertido en un escenario de construcción de conocimiento donde ha sido posible dialogar y reflexionar en torno a las diversas violencias que se cometen hacia las personas y las diversas formas de vida. Así mismo, a partir de las experiencias compartidas en este espacio, ha sido posible reconocer el potencial del tejido, la costura y las diversas expresiones artísticas como lenguajes para guardar memorias y sanar las violencias de diversa índole que se han venido normalizando en nuestra sociedad.
El interactuar con otras personas en el Costurero me ha permitido pensar en prácticas hacia el cuidado de la vida en las que se articulan el Arte, la Biología, la Memoria Histórica y la Memoria Biocultural, con el fin de empoderar a las comunidades para que sean capaces de tomar decisiones que contribuyan a la dignificación de su vida, re-significando los territorios y los repertorios de violencia.
Liliana Gil
Soy docente y lingüista. Me crie en una familia de costureras, tejedoras y bordadoras. Conocí el costurero gracias a una convocatoria de una cosetón en 2019. Ese día quise aportar con unas puntadas y quedé prendada del poder de la costura colectiva. El costurero es un espacio abierto a cualquiera que busque remendar una realidad tan rota como la de nuestro país y transformarla en algo mejor.
Para mí lo más significativo ha sido poder ayudar a visibilizar las injusticias de nuestro país a través de un arte el cual amo; de poder encontrar en una expresión artística la posibilidad de denunciar el dolor que todos los colombianos llevamos dentro. El costurero también ha sido un espacio para construir comunidad, tejer lazos de amistad que van más allá de una profesión, que trasciende fronteras.
Es gratificante poder ver el interés y el esfuerzo de muchas personas, especialmente de mujeres por construir paz en medio del conflicto y el sufrimiento; ellas han sido fuente de inspiración para aprender a no callar frente a las inequidades y atropellos que vemos a diario.
Como docente he aprendido a darle valor a la postura del otro coma a entender que vivimos en una sociedad llena de realidades paralelas, que mi realidad no es la realidad de los demás. Como lingüista he aprendido a reconocer lo fuerza de la imagen y lo simbólico por sobre la palabra.
Para mí lo más significativo ha sido poder ayudar a visibilizar las injusticias de nuestro país a través de un arte el cual amo; de poder encontrar en una expresión artística la posibilidad de denunciar el dolor que todos los colombianos llevamos dentro. El costurero también ha sido un espacio para construir comunidad, tejer lazos de amistad que van más allá de una profesión, que trasciende fronteras.
Es gratificante poder ver el interés y el esfuerzo de muchas personas, especialmente de mujeres por construir paz en medio del conflicto y el sufrimiento; ellas han sido fuente de inspiración para aprender a no callar frente a las inequidades y atropellos que vemos a diario.
Como docente he aprendido a darle valor a la postura del otro coma a entender que vivimos en una sociedad llena de realidades paralelas, que mi realidad no es la realidad de los demás. Como lingüista he aprendido a reconocer lo fuerza de la imagen y lo simbólico por sobre la palabra.
Sandra Babativa Chirivi
El tejer llegó a mi vida en medio de la protesta, al calor de un paro estudiantil por el año 2008, en ese lugar que guardo en mi corazón que es la Universidad Nacional de Colombia. Allí empezaron las primeras puntadas, los compartires con mis compañeros, llevados por el gusto de crear, de aprender una técnica, pero intuyendo que había algo en el hacer que nos llamaba, que engendraba en nosotros inquietudes, pensamientos, ideas.
Entretejerte se llamo aquel primer escenario de exploración, un grupo estudiantil que permaneció hasta el 2015 en el cual aprendimos la magia de este oficio que pasa por las manos, pero atraviesa el cuerpo y el alma.
Luego llegó La vida que se Teje, un encuentro en la ciudad de Medellín, donde costureros de varias partes del país se reunieron para crear la Red Nacional de tejedoras por la memoria y la vida.
Y allí se gestó una idea que ha marcado mi camino los últimos años, que el tejer no solo es una actividad liberadora para quien lo elabora, sino que su potencial la ha venido articulando en muchos puntos de América Latina, como una estrategia de lucha, de denuncia, de memoria, de resistencia, un hacer que permite imaginar la vida. En este encuentro conocí a las compañeras del costurero Kilómetros de Vida, quienes me invitaron a participar de su proceso en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación.
Así, se fueron entretejiendo el tejido con la antropología, construyendo nuevos caminos que me llevaron a estudiar en México, donde he tenido la oportunidad de conocer y aprender de otras iniciativas textiles, de otras compañeras investigadoras, tejedoras, cosedoras y bordadoras, para quienes tejer es crear un lenguaje que se hace con las manos, sin palabras, que comunica desde la emoción, desde el sentir, entendiendo este último concepto como aquello que se percibe a través de los sentidos, y la vez como aquello lleno de sentimientos y significados.
Los textiles son también formas de narrar la historia, de contar los sueños, de interpretar el mundo, y es allí donde he encontrado mi lugar, en un hacer que condensa lo inefable, que se enfrenta al universo ascético de la academia, que se supone como una labor paciente, tranquila y silenciosa, pero con el poder de transformarnos, de tocarnos las fibras, de enredarnos, de juntarnos, remendarnos, cosernos. Esta es la historia que yo quiero contar, una que narra con hilos.
Entretejerte se llamo aquel primer escenario de exploración, un grupo estudiantil que permaneció hasta el 2015 en el cual aprendimos la magia de este oficio que pasa por las manos, pero atraviesa el cuerpo y el alma.
Luego llegó La vida que se Teje, un encuentro en la ciudad de Medellín, donde costureros de varias partes del país se reunieron para crear la Red Nacional de tejedoras por la memoria y la vida.
Y allí se gestó una idea que ha marcado mi camino los últimos años, que el tejer no solo es una actividad liberadora para quien lo elabora, sino que su potencial la ha venido articulando en muchos puntos de América Latina, como una estrategia de lucha, de denuncia, de memoria, de resistencia, un hacer que permite imaginar la vida. En este encuentro conocí a las compañeras del costurero Kilómetros de Vida, quienes me invitaron a participar de su proceso en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación.
Así, se fueron entretejiendo el tejido con la antropología, construyendo nuevos caminos que me llevaron a estudiar en México, donde he tenido la oportunidad de conocer y aprender de otras iniciativas textiles, de otras compañeras investigadoras, tejedoras, cosedoras y bordadoras, para quienes tejer es crear un lenguaje que se hace con las manos, sin palabras, que comunica desde la emoción, desde el sentir, entendiendo este último concepto como aquello que se percibe a través de los sentidos, y la vez como aquello lleno de sentimientos y significados.
Los textiles son también formas de narrar la historia, de contar los sueños, de interpretar el mundo, y es allí donde he encontrado mi lugar, en un hacer que condensa lo inefable, que se enfrenta al universo ascético de la academia, que se supone como una labor paciente, tranquila y silenciosa, pero con el poder de transformarnos, de tocarnos las fibras, de enredarnos, de juntarnos, remendarnos, cosernos. Esta es la historia que yo quiero contar, una que narra con hilos.
Sofía Gutiérrez Escobar
Activista ecofeminista, coordinadora de diferentes proyectos en el movimiento Fridays For Future (Viernes Por el Futuro).