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Noches de danza, ciudad y talento paisa

by Ana Maria Montoya

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Aquellos que se han robado las miradas con los roles principales y las pequeñitas bailarinas que le dan a cada obra la ternura necesaria, todos revoloteaban. Pude ubicarme un poco cuando mis compañeras en un rinconcito del patio me hicieron señas e informaron que: ¡estaban adelantados en horario! Esto significaba que estábamos cerca de llegar al acto en que nos acontecía audicionar para ser el grupo de ángeles que dan comienzo al sueño de Clara y el Cascanueces.

Mis compañeras y yo estábamos algo gélidas por el frescor de la mañana y sin comprender qué sucedía enteramente, todas resplandecíamos, nos saludamos y charlamos emocionadas, de cerca admirábamos y chismoseábamos las academias colegas. Sin embargo, sé que todas repasábamos la coreografía varias veces en nuestra mente, podía verlo en sus rostros. En entornos así se puede ser muy feliz, no obstante, había una presión grande, me invadía la sensación de que había caras en cada arte que nuestra sociedad decidía ignorar, era posible que mi gran impresión del momento me llevara a este juicio. 
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Pasamos a un salón que hacía las veces de camerino para todos, era impactante ver historias tan diferentes, ser parte de un esfuerzo inmenso de expresar nuestras vidas mediante el baile. Era abrumador el ruido de la charla, de los saludos entre bailarines que se reencontraban para bailar de nuevo de la mano, los bolsos, las agujas para coser las zapatillas, el olor a laca y a comida. Hice todo para adecuar mi cuerpo y bailar mejor, fue imposible, entonces pensé en salir y disfrutar la calidez del patio, seguro mi alma lo agradecería. 

Ya sentada noté que por las escaleras del patio, subían corriendo las valientes doncellas que apostaban a más de un rol y que nosotros súbditos suyos admirábamos desde allí abajo por su superioridad, frente a este escenario se me cruzaban mil imágenes e ideas de bailar en el mismo escenario que ellas. Además estaba la ansiedad que toma la forma de pensamientos intrusos con preocupaciones de que el piso estuviese muy liso, que las zapatillas y mis piernas me traicionaran, me preguntaba cuántos más grupos de ángeles estarían, que la música de la filarmónica no desfasara nuestra melodía, en fin.